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sábado, julio 27, 2013

Ignacio Garcia: Nostalgias de un fumador y otros ensayos


 
Nostalgias de un fumador y otros ensayos
de Rafael Antúnez

Ignacio García

Texto leído en la presentación del libro en la sede del IVEC

Leer este libro del Mtro. Rafael Antúnez,  ha sido todo un placer. No sólo por el tema central del mismo sino por el estilo y pulcritud con que están escritos todos los ensayos; punto aparte de semejar una suerte de tautología en donde el mismo ensayo se vuelve un género traductor de sí mismo: (citando a Shipley):: “El ensayo estimula el pensamiento al abrir nuevas rutas para la circulación de las ideas”, y también (Antúnez) agrega:   si bien, el Diccionario de literatura jamás ha determinado con exactitud qué es el ensayo, a veces es un espejo cóncavo, no como el de Valle Inclán para crear sus Esperpentos, sino un espejo que, como el de la poesía, nos devuelve la imagen de un mundo que tiene nombre y forma y sentido”.

Y es esto exactamente lo que logra el Mtro. Antúnez en este libro; páginas  que,  incluso, contradicen al propio ya tan indescifrable género literario llamado ensayo –del cual se dice es “disperso” y amorfo− porque aquí la prosa no es no vaga, ni oscura o resulta desordenada, sino, más bien, es puntual, inteligible y de estructura limpia.

Se hace hincapié en que estos escritos se mueven entre la realidad y la abstracción. No sé. Para mí, lector, me resultó más atractivo el imaginar (permiso que me concede el ensayo mismo) que todo es real; así que a lo tangible me fui. El libro alude, principalmente, a una, práctica, hábito (no falta quien le nombre vicio), que hoy posee  muchos enemigos: el cigarrillo, y junto a éste, el placer que produce en quienes inhalan  el humo del mismo, y que esta noche se alía a la nostalgia que produce el haber dejado este deleite; con el valor agregado de que este extrañamiento del tabaco, ha servido a nuestro invitado, como catapulta para lanzarse a abrir el cuaderno y escribir. Esta serie de ensayos es el resultado de aquella nostalgia por haber dejado el cigarrillo, más por cuestiones de salud que por otra cosa.

Al ir devorando página tras página de este libro, no pude dejar a un lado el recuerdo de Lyn Yutang, quien en  La importancia de vivir, habla igualmente de ese placer que produce el fumar. En la sección titulada  DE FUMAR Y DEL INCIENSO, el escritor chino apunta: “El mundo se divide hoy en fumadores y no fumadores. Es cierto que los fumadores causan alguna molestia a los no fumadores, pero tal molestia es física, en tanto que la molestia que los no fumadores causan a los fumadores es espiritual. Hay, claro está, muchos no fumadores que no tratan de entrometerse con los fumadores, y se puede adiestrar a las esposas hasta que toleren que sus maridos fumen en cama. Este es el signo más seguro de un matrimonio feliz y afortunado. Se presume a veces, sin embargo, que los no fumadores son moralmente superiores, y que tienen algo de qué enorgullecerse, sin comprender que les falta uno de los grandes placeres de la humanidad. Estoy dispuesto a admitir que fumar es una debilidad moral, pero por otra parte debemos precavernos del hombre sin debilidades morales. No se puede confiar en él. Es fácil que sea siempre sobrio y no cometa un solo error... Por esa razón estoy siempre atemorizado e incómodo cuando entro en una casa donde no hay ceniceros. Los beneficios morales y espirituales no han sido apreciados jamás por estas almas correctas y rígidas e desmotivadas y poco poéticas… los fumadores somos atacados generalmente por el aspecto, si bien… "La pipa extrae sabiduría de los labios del filósofo, y cierra la boca del tonto; genera un estilo de conversación que es contemplativo, pensativo, benevolente y llano".

Maggin dice que "ningún fumador de cigarros se ha suicidado jamás", y es aun más cierto que ningún fumador de pipa disputa jamás con su esposa. La razón es perfectamente clara: no se puede tener una pipa entre los dientes y gritar a la vez a todo lo que da la voz. Jamás se ha visto a nadie hacer tal cosa. Porque uno habla naturalmente en voz baja cuando fuma en pipa. Lo que ocurre cuando un marido fumador se enoja, es que enciende inmediatamente un cigarrillo o una pipa y queda malhumorado. Pero no le durará mucho. Porque su emoción ha encontrado ya un escape, y aunque quiera seguir pareciendo enojado a fin de justificar su indignación o su idea de haber sido insultado, no puede hacerlo, porque el suave humo de la pipa es demasiado agradable y calmante, y al dejar escapar el humo también parece que deja salir, aliento tras aliento, su furor almacenado.”

Y, bueno, recordé a Lin Yutang, porque el pensamiento es universal y, tal vez, el humo del tabaco sea vía indispensable para anudar este tipo de placer en los cuatro puntos cardinales del planeta. Y lo traje a la mente, porque en uno de sus ensayos, el Mtro. Antúnez toma como epígrafe una cita de Luis Tejeda, quien coincide en un 101% con Yutang,  al decir: “Desconfía de la gente que no fuma, a saber qué vicios ocultos tendrá”. Línea aparte, diré que este pequeño ensayo, como los demás, es de un humor de lo más refinado: (Contar brevemente la anécdota,  pags. 29 del libro)

De la misma manera en que un fumador no acaba con el cigarrillo de un solo  golpe sino que va inhalando y gozando el humo de éste en episodios según camine, tome un whisky, esté leyendo o perpetrando una nueva novela; de esta misma forma –decía yo- el Mtro. Antúnez alterna sus ensayos en este libro: el lector hallará así con los que hablan sobre cómo encender un fósforo y convertirlo en una perfecta llama, y saber que esa llama estará muy pronto dentro del fumador, pero igualmente se disfruta de otros escritos de sumo atractivos: la Elizabeth Taylor de escritura desconocida, la risa que relaja el espíritu, el mundo de los sueños, los reinos del silencios, e, incluso los inicios en busca del Viagra milagroso.

AHORA: lo más importante para aquellos que aspiran a escribir algún día una novela, un libro de cuentos o de poesía, el Mtro. Antúnez advierte que “También fumar puede convertirte en escritor”. La anécdota recae sobre la imposibilidad que el escritor Juan Carlos Onetti (1909) tenía para escribir si le faltaba un cigarrillo…y un día que no hubo donde adquirir unas cajetillas, desesperado escribió 40 páginas de su primera versión de El Pozo (una de sus primeras novelas -1939). El Mtro. Antúnez  remata este ensayo nombrando a otros famosos fumadores a quien –apunta--  es difícil verlos en fotografía sin un cigarro en la mano (Groucho Marx, Cabrera Infante), porque, termina diciendo nuestro ensayista: “para un fumador es difícil imaginar  una mano sin cigarro”.

En fin, que este pequeño libro –como apunté al inicio—es un verdadero placer: no sé si tal deleite sea el equivalente al sentimiento de quien nunca fumó  Raleigh porque lo asociaba con los políticos y los viejos; tampoco los Kent, hechos para simplones, ni los Benson & Edges fabricados para pedantes,  o los más baratos, Delicados y Faros, que lo dejaban roncos, o bien, el rechazo de los Alas  y los Tigres porque los consideraba para teporochos.

Pregunto ahora –ya informado—si este goce que produce la lectura de sus “Nostalgias”, es semejante a los Muratti que el Mtro. Antúnez eligió para envenenar sus pulmones. Por fortuna, sea el mismo Rafael Antúnez o un álter ego quien se diseña como fumador en este libro, hoy nos gozamos de tenerlo  entre nosotros a salvo; vivo, si bien nostálgico debido a  “aquel medio cigarrillo que aún vive en su memoria y en sus ansias; uno que nace y muere, y es efímero, pero está más cerca de él que lo que es eterno. Es el resumen infinito de una vida creadora y apasionante”.

Muchas gracias Mtro. Rafael Antúnez, crea o no, en este mundo (o en aquel que André Breton llamaba “el otro lado”) seguro no faltará un lector que, leyendo su libro, terminé por fumarse una-dos-tres cajetillas de Muratti Ambassador en honor a usted.

Quisiera finalizar con una advertencia para el público presente. Si alguien advierte que el Mtro. Antúnez, esta noche se haya conmovido, ensimismado, cabizbajo, y ven que de sus ojos escurren algunas lágrimas, no es que esté llorando / es que soñó el haber fumado/ y el humo le entró.

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