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miércoles, agosto 22, 2012

Lourdes Franyuti: Señal de sol y lluvia


 
Señal de sol y lluvia.
Lourdes Franyuti

            Vuelvo a casa. Más de veinte años han pasado desde aquel día. Caos, angustia, llantos de alegría y de esperanza; tantos recuerdos que sigo escuchando.  Cierro los ojos y la imagen del suceso sigue atrapada en mi mente: un abrigo viejo, botines gastados, un gorro tejido y un año 1989 casi finalizado en noviembre, fueron mis armas al saltar el Muro, apodado por todos, Muro de la Vergüenza. Los mismos años de construido el muro tenía yo, al pasar esa frontera que marcó mi vida, en una lamentable pesadilla de la que no he vuelto a hablar.  

Veintiocho años esperando a que un milagro se diera…          Mi madre y yo nos separamos de mi padre de un día para otro. Intentos de fuga que pude haber experimentado, resultaron fallidos. Nuestros vecinos pudieron escapar desde la ventana del edificio donde vivíamos. Era una pareja joven y su hijo de siete años, dispuestos a arriesgar su vida. Mi madre en cambio, tendría que llevarme conmigo siendo yo una niña de meses de nacida; ni lo probamos. Un año más tarde, vecinos de planta baja cavaron un túnel, pero fueron descubiertos por soldados del Ejército Nacional Popular y llevados a la calle para asesinarlos sin piedad. 

En este momento, dentro del aeropuerto de París, observo ahora mi tableta electrónica, cargada de redes sociales, donde puedo comunicarme con cualquier persona, a cualquier hora y en cualquier lugar del mundo. Un correo electrónico llega a mi bandeja  y lo abro con interés. Se trata de una invitación a participar en el Aniversario del Levantamiento del Muro, en el Centro de documentación del Muro de Berlín, en la Bernauer Strasse. Medito tal invitación… Seremos sólo diez los que expondremos nuestras vivencias. Me llama la atención un nombre: el de aquel vecino de siete años que pudo escapar ileso.  

Lo localizo por facebook y se interesa en verme antes del evento. Me hace varias peguntas: en dónde he vivido, si pude contactar a mi padre en la Alemania Occidental…  Dudo en responder. Mi madre nunca tuvo la certeza de que el niño hubiera cruzado la muralla con éxito. Le contesto por cortesía; le comento que he vivido tranquila, en paz, y que lo veré en la conferencia. 

Los días corren y el tan esperado 13 de agosto llega más pronto de lo que pudiera imaginar. Autoridades, políticos e invitados especiales saturan el lugar. Levanto mi mirada y trato de adivinar por medio de la edad, quién podría ser ese niño hecho hombre. Los minutos transcurren y su nombre no es mencionado en la ceremonia. Salgo del recinto sin hablar, con la mirada cabizbaja y sin darme cuenta, me dirijo hacia el Memorial de las “Cruces Blancas”. Un enorme arco iris se dibuja en el cielo. Alzo la cabeza y distingo tan cerca de mí dentro de una de las cruces, ese nombre tan buscado y nunca pronunciado; un nombre con apellido y debajo de éste, la fecha con una pequeña cruz sin fotografía. No logro entender a quién pude haber contactado a través de la red social, quién puede saber a manera virtual, lo que pudo haberme ocurrido desde aquel 1989. Sigo mi camino esquivando los charcos; me quedo con la duda, con el fresco agosto y con esta colorida señal de sol y lluvia.


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