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lunes, julio 09, 2012

Ignacio García: Antoni Tàpies, el habla del arte


Antoni Tàpies: el habla del arte
Ignacio García 
Para Isabel Lorenzo, quien en un gesto de amistad no común,
me obsequió el libro de Tàpies, y con ello el asombro de
muchas tardes veracruzanas.

Después de un tiempo de ocupar la pluma en escribir para diarios y revistas impresos, siendo la columna vertebral de esos artículos , el ascenso de la corrupción, ignorancia y perversidad de la dupla Televisa-PRI -con margen que advierte el peligro de que un vedette, cuyo IQ apenas es detectable, sea quien gobierne México─, considero que vale la pena regresar a cosas menos deprimentes, oscuras y ominosas, y rendir tributo aquí a uno de los artistas más extraordinarios que ha tenido la región Catalana: me refiero al artista plástico Antoni Tàpies, fallecido el pasado mes de febrero a los 88 años de edad.
Quien se detenga a observar la obra de Tàpies por algunos minutos, se llevará tal vez la idea de que todo ese collage en que se mezclan elementos iconográficos, signos de escritura, herramientas antropomórficas, pisadas y signos que aluden a la realidad de su tierra, superficies distorsionadas, uso de objetos cotidianos y del barniz, tal vez dirá que esos emplastes son todo, menos arte. Será entonces el susurro de algunas neuronas espejo dentro de mi cerebro, lo que me hizo conmover desde la primera vez que vi una obra de él.

Fue en 1985, cuando mi amigo, el también artista plástico veracruzano, Raúl Guerrero, hizo llegar a mis manos un libro que recogía una buena parte de la obra de Tàpies. De inmediato hubo una especie de “habla”entre esos grumos negros, cruces al margen y letras aisladas, y la poesía que yo he intentado, tal vez de manera fallida. No sólo eso; cada uno de los cuadros de Tàpies dictaban a mi pluma el tema y contenido de un poema. Fue entonces que escribí “La Corona de hierro”; un cuadernillo con ilustraciones del artista catalán y poemas que trataban de completar esa encarnación entre espacio y palabra.

El cuaderno se convirtió en tématico, uno que versaba sobre la búsqueda del Nombre de Nombres, extraviado por los humanos en su ascenso al cielo a través de la Torre de Babel; el acto hizo que se perdiera la Ur-Sprache (lengua común) de los hombres. Inició entonces una larga búsqueda por hallar esa lengua única que, se sospecha, sobre la frente de una corona de hierro. Evitar que el Nombre vuelva al contagio humano, fue encomendado a varios hombres; desde los Escribas de la Torah (quienes creen que el yiddish es el lenguaje de los ángeles), hasta la misma Cábala judía, Hermes Trimegisto, Angelus Silesius --para quien el mudo y el sordo son quienes más cerca están de la vulgata perdida del Edén--, y otros como Welheim Valk, Platón, Paracelso, Agrippa de Nettesheim, Jacob Böme, Mallarmé, Borges y el mismísimo Antoni Tàpies.

Unas 35 obras del artista catalán, son acompañados por su respectivo poema, junto con la literal convicción de que Tàpies algo sabe de aquel que Novalis llamó Shemhamphorasch.

El asalto a la mirada de quien escribe, provino de esa suerte de lenguaje pictórico con el que Tàpies casi dicta el poema, lo reduce a una sola letra, exalta la palabra y se apresura a conservar el mundo “tal y como es”. Porque Tàpies no es únicamente un referente artístico del informalismo en Europa y el mundo, sino alguien que sabe traducir el pensamiento de los otrospara que comprendan la "intención" básica de un lenguaje mutuo: un entendimiento que logra a través de su papel como filósofo, que reflexiona sobre la esencia del ser humano y tiende puentes entre Oriente y Occidente.

Si el arte encarna y se vuelve palabra, ésta no es sólo abstracción y actitud pasiva. Se trata de uno seguido de reflexiones de un intelectual que ama la filosofía, que se interesa por el budismo zen hasta integrarlo en su propuesta estética, y que quiere dejar claro su compromiso con la sociedad en la que vive. Es así que en un libro titulado “La realidad como arte”(1974-1979), cuyo autor es el mismo Tàpies, se refiere al Hombre nuevo, más libre y más justo. Sin dejar a un lado sus convicciones, es capaz también de establecer una crítica contra algunos excesos de la izquierda que, pocos años atrás había luchado contra la dictadura, y que ahora utiliza la demagogia– siempre, según el autor – para entrar a formar parte de un mercado que no apuesta por el arte que él mismo considera auténtico. Para él la cultura de nuestro tiempo debe cumplir con una auténtica función humana tanto individual como social. Se trata… de saber distinguir y gozar de los valores auténticos del mundo y de preservarlos.




Pero preservar, mantener y ser consecuentes con la realidad del mundo, requiere algo más que el puro sentido de la razón occidental. Así es como Tàpies gira en su arte y en su persona y vuelve sus sentidos hacia Oriente donde encuentra (sin que su pensamiento de izquierda se lo impida) una respuesta a sus inquietudes espirituales; de ahí que su misma iconografía no sea tan fácil de asimilar: su contenido material pervive gracias al toque espiritual que el artista le impone como sello de su experiencia con el hinduismo y otros. Alejado del realismo socialista, pero también de los “falsos abstractos” que banalizan la función última del arte, Tàpies apuesta por un artista militante; dirá: “el artista se sumerge en las profundidades de la soledad no por egoísmo, sino para poder alcanzar, con angustia…sentimientos, temores… que bullen por todo el inconsciente colectivo de su pueblo”


La obra de Tàpies, que contempla 7000 piezas o más, muestran a un artista que sabe entablar (a través del símbolo y el grafitti) un diálogo con aquellas conciencias que buscan en el arte una fusión difícil de hallar. Gran conocedor de la tradición filosófica tanto occidental como oriental, Tàpies supo construir una estética inimitable (que no pocos han intentado). Cuadros, murales, esculturas, collage, performence, que, sin duda, ayudan a comprender esa obra que se mezcla y confunde – porque es la misma cosa – con la vida y el compromiso histórico. Con tanto entusiasmo y energía, que no reconoce que siempre hay que dejar abierta la posibilidad que existan otros caminos diferentes al que nosotros hemos elegido.




















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