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lunes, julio 23, 2012

Alicia Dorantes: Jeanne d'Arc, la Doncella de Orleans




Jeanne d'Arc, la Doncella de Orleans
Por Alicia Dorantes
Cuando entré a la habitación del rey lo reconocí de entre los otros, consejo y revelación de mi voz, y le dije que quería hacer la guerra a los ingleses

Juana de Arco

Aquel domingo se consumía de prisa. El sol veraniego bañaba la majestuosa fachada de la catedral de Reims, realzando su filigrana de cantera. Construido en el S.XIV, es uno de los más hermosos templos del gótico tardío. En la parte inferior, grandes arcos forman las tres portadas. En el centro, se abre un extraordinario rosetón flanqueado por altos ventanales de tracería -decoración arquitectónica formada por combinaciones de figuras geométricas-. El conjunto está rematado por una galería poblada de esculturas, sobre las que se elevan las dos torres caladas laterales de 86 m. de altura. La fastuosa catedral fue semi-destruida por los bombardeos alemanes durante la primera Guerra Mundial: incendiaron la torre norte y el fuego se propagó a toda la estructura. En 1919, el arquitecto Henri Deanauz comenzó su restauración con ayuda de la familia Rockefeller, restauración que hasta ahora, continúa.
Juana de Domrémy, «Juana la Doncella» o Jehanne Darc, nació en el seno de una familia campesina acomodada, en Domrémy, pequeño poblado situado en el departamento de los Vosgos en la región de la Lorena, Francia, en 1412 y murió en la hoguera, en Ruán -1431-, acusada de herejía; contaba apenas con diecinueve años de edad. Ahora es heroína, Virgen, y Santa Patrona de Francia.
Se sabe que la infancia de Juana, transcurrió durante el sangriento conflicto enmarcado en la guerra de los Cien Años que enfrentó Enrique VI de Inglaterra, con el delfín Carlos, primogénito de Carlos VI de Francia, por el trono francés y que provocó la ocupación de buena parte del norte del país Galo por tropas inglesas y borgoñonas. La mayor parte de los datos biográficos, de la valerosa joven, se basan en actas de aquel proceso impío y cruel. En cierta forma están desprovistos de crédito pues, según diversos testigos presenciales del juicio, fueron sometidos a multitud de correcciones por orden del obispo Cauchon, así como a la introducción de datos falsos. Entre los testigos estaba el escribano oficial, quien afirmó: “en ocasiones había secretarios escondidos detrás de las cortinas de la sala esperando instrucciones para borrar o agregar datos a las actas”.

Respecto al nombre de la doncella, ella comentó durante el juicio: «dentro de mi pueblo se me llamaba Jehannette. En Francia, se me nombró Jehanne desde mi llegada». El nombre de «Jehanne d'Arc» aparece en la obra de un poeta de Orleáns, por ahí del año 1576. Se cuenta que a los trece años, Juana de Arco confesó haber visto a san Miguel, a santa Catalina y a santa Margarita y declaró que sus voces la exhortaban a llevar una vida devota y piadosa. Años más tarde, se sintió llamada por Dios a una misión que no parecía al alcance de una campesina analfabeta: dirigir el ejército francés, coronar como rey al delfín en Reims y expulsar a los ingleses del país.
En 1428 viajó hasta Vaucouleurs con la intención de unirse a las tropas del príncipe Carlos, pero fue rechazada. A los pocos meses, el asedio de Orleans por los ingleses agravó la delicada situación francesa y obligó al delfín a refugiarse en Chinon, localidad a la que acudió Juana, con una escolta facilitada por Roberto de Baudricourt, para informar a Carlos acerca del carácter de su misión. El conde de la Vendôme fue quien la llevó al apartamento del rey. Cuando éste la vio, le preguntó su nombre. «Señor Delfín —contestó ella—, me llamo Jehanne, la Pucelle; y el Rey del Cielo te envía una palabra a través de mí, por la que tú serás consagrado y coronado en Reims, y serás el lugarteniente del Rey del Cielo, que eso es ser rey de Francia». Después de que el delfín le hiciera varias preguntas, ella le dijo: «Con mis respetos, te digo que tú eres el verdadero heredero de Francia e hijo del rey, y Él me envía para guiarte hacia Reims al final, donde puede que recibas tu coronación y consagración. Si tú quieres». Al acabar la entrevista, el rey dijo que Juana le había confiado secretos que no podían ser sabidos por nadie, excepto por Dios, el cual había puesto mucha confianza en ella.
No sin haberla hecho examinar por teólogos, accedió al fin a confiarle el mando de un ejército de cinco mil hombres, con el que Juana de Arco consiguió derrotar a los ingleses y levantar el cerco de Orleans, el 8 de mayo de 1429. Luego, realizó una serie de campañas triunfales que facilitaron al delfín su camino hacia Reims y permitieron su coronación como Carlos VII de Francia; era el 17 de julio de 1429. Concluida su labor, la chica dejó de oír “sus voces interiores” solicitando permiso para volver a casa, pero ante la insistencia de quienes le pedían que se quedara, continuó combatiendo, primero, en el fracasado ataque para recuperar París en septiembre de 1429, y luego en el asedio de Compiègne, donde fue capturada por los borgoñones el 24 de mayo de 1430.
Juana fue entregada a los ingleses y trasladada a Ruan. Se le juzgó acusada de brujería, por un tribunal eclesiástico con el argumento de que las voces que le hablaban procedían del diablo, con ello se trataba de presentar a Carlos VII como seguidor de una bruja para desprestigiarlo. Tras un proceso inquisitorial, fue declarada culpable de herejía y hechicería; pese a que ella había defendido siempre su inocencia, acabó por retractarse de sus afirmaciones, y ello permitió conmutar la sentencia de muerte inicial y cambiarla por la de cadena perpetua.
Días más tarde, sin embargo, reafirmó el origen divino de las voces que escuchaba, por lo que, condenada a la hoguera, fue ejecutada el 30 de mayo de 1431 en la plaza del mercado viejo de Ruán. Durante la ejecución, al secretario del rey de Inglaterra, John Tressart, se le oyó exclamar «Estamos perdidos, porque ha sido quemada una buena y santa persona». Hubo quien dijo que de Juana “quedó su corazón, intacto y lleno de sangre”. El propio verdugo, Geoffroy Therage, profundamente consternado, señaló “que había quemado a una santa”; algún soldado inglés, afirmó haber visto el alma de la joven marchándose del cuerpo. Se cuenta que sus cenizas fueron arrojadas al Sena. En 1456, Juana de Arco fue rehabilitada solemnemente por el papa Calixto III, a instancias de Carlos VII, quien promovió la revisión del proceso. Entonces fue considerada una mártir y se convirtió en el símbolo de la unidad francesa. En 1909 se le beatificó y fue canonizada en 1920, año en que Francia la proclamó su patrona.
Pero…volvamos a la catedral, al edificio gótico que destaca por su unidad de estilo, a pesar de ser una construcción que duró más de dos siglos. El interior de la nave roba el aliento, suspende el habla: mide 38 metros de altura, 139 metros de largo y 30 de ancho, resultando ser más larga y alta que Notre Dame de París. Está formada por una nave central y dos laterales, además de capillas radiales. Cuenta además con un bello coro; en él, un reloj adornado con figuras mecánicas y un singular órgano dentro de una llamativa caja medioeval. A la cúpula la rodea una girola -conjunto de naves que en la arquitectura románica o gótica circundan el altar mayor-. La catedral posee 1303 estatuas con lo que supera a todas las catedrales de Europa. Sus vitrales van desde el siglo XIII al XX; incluso Marc Chagall diseñó en 1974, el del ábside. Es dueña de hermosos tapices y retablos en los que obviamente los motivos religiosos sobresalen, si bien algunos recuerdan a ciertos reyes durante sus coronaciones. Cerca del altar, existe otra estatua de “La joven de Orleáns”: esculpida ésta, en mármol blanco. Juana porta en su vestimenta guerrera, la flor de Lis. Su rostro de niña parece sonreírnos; es el semblante de una niña inocente y profundamente buena.
Cuando salimos del templo, atardecía. Los celajes del crepúsculo bañaban la fachada y al gran atrio que la antecede, siempre sembrado de rosas, imprimiéndoles un toque de magia y misticismo. Ahí en medio de un prado, se eleva una estatua ecuestre de la joven Juana… esa, que de niña me embelesó. Esa, que fuera la víctima inocente de dos grandes potencias del mundo que en suerte le tocó vivir: su natal Francia y la fiera Inglaterra. Descansa en paz Juana: tu nombre fue reivindicado: hoy, Francia y el mundo, te admiran y veneran.  

Alicia Dorantes adorantesc@hotmail.com

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