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miércoles, diciembre 07, 2011

Ignacio García: El síndrome de la ignorancia

EL SÍNDROME DE LA IGNORANCIA
Ignacio García

La sorpresa no lo fue tanto. Ya de largo se sabe que en México se lee medio libro por habitante al año. A esta cifra, añádase que algunos lectores leen hasta 8 libros por mes; entonces la cifra por habitante disminuye considerablemente, y la misericordia sobre el analfabeta Peña Nieto se engrandece. El desliz del “presidenciable” del grupo Atlacomulco es comprensible si no se ignora que el poder enceguece, y el político lo hizo –lazarillo a la mano—y fue a meterse a la boca del lobo al que creyó desafiar con su puro matiz de “golden boy”. Cometió la imprudencia de exhibir su traje y corbata junto a una ignorancia fanática que no tiene límites.
En lugar de dejar que otros descubrieran su vació literario, él lo  asumió a sí mismo; se dejó ver como un político cuya falta de fe en la cultura quiso suplir con la lectura de la Constitución (de la que seguro no sabe qué dicta el artículo 123, por ejemplo), y la “lectura” de algunos pasajes de la Biblia,  que –dice--  “leyó” en su juventud, y  ahora ha abandonado"; no lo dice, pero sería una incongruencia asumir como conducta uno sólo de los Mandamientos, con el modus operandi de la política mexicana.

Desde el momento en que se presenta a la FIL de Guadalajara, se observa que lo esencial de sus meditaciones, es la propaganda mediática, y menos una reflexión sesuda  del porqué está allí. Ya no se sabe si fue víctima de una ilusión o de una excesiva (pero falsa) clarividencia de un juicio disociado de la realidad. Lo que mostró fue un atentado intelectual de lo que hay en él de irreflexivo, una especie de ingenuidad sobre sus propios talentos, con los cuales pretende llegar a la presidencia de la República y gobernar a la manera foxista, quien por lo menos sí conocía a José Luis Borgues. En su rídiculo, Peña Nieto no pudo nombrar siquiera a “Enquique Cruze” o a “Charlie Fontaine”.
La intención de Peña era montar su mecanismo político; puesto que todo mecanismo es la suma de artificios, artimañas, o, como lo dice un verdadero pensador rumano “ocuparse de los resortes, transformarse en relojero, ver por dentro, y no dejarse embaucar”,  sino embaucar a quienes lo escucharían. Craso error para quien cree que en México no hay gente que piensa y tampoco lee.  Esto sucede con quien piensa en ser divinizado por los otros y poseen aspiraciones tan desmesuradas, que olvidan la  cobija de su propia ignorancia y, cuando se miran, advierten que fueron desnudos al espectáculo. Pero esto no importa, la tentativa basta para sugerir por sí sola los grandes e infames sueños e incitar a la megalomanía. Así ha sido entrenado este político de maravilla y asombro, pues se dice que ha escrito (según él) más libros de los que ha leído.

Algún otro político (que los hay), y sobre todo uno que lee, hubiera salvado el escollo a preguntas tan ingenuas como “cuáles son los tres  libros que más han marcado su vida"(parafraseo).  Peña Nieto balbuceó, se extravió y, ya con permiso de la Real Academia de la Lengua Española, también le hizo al Cantinflas: síndrome peligroso de quien adopta el papel de demiurgo y político que ya se siente presidente de los mexicanos aun bajo el influjo de la esterilidad. Lamentablemente, el sueño de la desmesura, incluso cayendo en la divagación y el ridículo, no va a parar la maquinaria que ya trae detrás el “aspirante”. La FIL, y su presencia en ella, ya no existe para él; lo que existe es lo absoluto-mexicano; lo que ahora parece un platillo del día, ya no existirá  más dentro de 15 días. Lo sucedido en ese teatro del absurdo, carecerá de valor y dimensión: fácil, un 95% de mexicanos se parecen al candidato: un tanto de ellos no leen, y el otro no sabe hacerlo. Todo se convierte entonces en la decadencia de la admiración. Por una ironía de la vida, es ahora la ignorancia del candidato priísta la que más se citan en los medios.
Quienes estén sorprendidos del vacío intelectual que hay en Peña Nieto, es que aún no indagan más profundamente en los conciliábulos de la política priísta. Por ello, es en lo ya sabido de antemano, que el lector debe consentir. Y es en el rechazo continuo a la ignorancia donde también la “prole” debe buscar la esencia de sus realizaciones y la verdad que enfrentará a la hora de elegir a sus gobernantes. Bastaría levantar a uno que no nos baje de "pendejos".


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