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lunes, septiembre 27, 2010

Ignacio García: "Silencio entre espacios" de María Luz Olivares



SILENCIO ENTRE ESPACIOS
de María Luz Olivares Aldana
Ignacio García

Texto de presentación al libro del mismo título y leído en Casa Principal del IVEC el día 17 de septiembre de 2010.

Decía el gran Jorge Luis Borges que no existe poeta alguno que en su vida no haya escrito el más hermoso de los versos. Y esto lo dice no por él mismo ni por alguno de sus grandes favoritos como Paul Valéry, John Done o William Blake, sino por referir a ese poder “divino” que tiene la poesía de estar abierta a cualquiera que desee penetrar en sus fulgores; ella entonces, la poesía, obsequia sus dones a quien con pasión le busca.
El caso de María Luz Olivares Aldana, es uno de estos casos de insistencia al reclamo interior que le demanda decir bajo el influjo del Numen. Ya en sus CARTAS A UN JOVEN POETA, Rainer María Rilke sugería la exclusión de las cosas comunes del mundo que nos rodea, para invitar al escriba incipiente a buscar la poesía en lo más íntimo de su ser; y María Luz nos lo propone así: “Lucho por sentir lo que yo pienso / ¿A quién culpar entonces?"


Pues no, no hay que culpar a nadie; y si hay que hacerlo es a esa innata tendencia que algunos espíritus poseen para tender a la catarsis, al exorcismo, a la terapia del graffiti, todo a través de la palabra.
Una cosa que atrae de la poesía de María Luz, es la forma en como traduce el acto de escribir: lo hace como un reto entre el Numen, la Inspiración y ella misma, quien está consciente que, al primer descuido, la poesía se le vendrá encima. Como tratando de prevenir tal acto, la poeta misma interroga, y en unos versos dirigidos al POEMA le interpela: “A veces sin verme ni mirarme / sabes que estoy ahí / es acaso que tienes miedo / de descubrir lo que siento por ti. Y termina diciéndole: Pero no temas, no temas / aún no hemos vivido el momento.

Obvio que estas líneas dejan al lector con la pregunta: ¿Qué sucede entre María Luz y la Poesía cuando ese momento se establece y se vive? De ello da constancia este pequeño libro (un medio centenar de poemas) que puntualmente ella ha titulado SILENCIO ENTRE ESPACIOS. Aquí, la poeta da cuenta de su encuentro con la poesía, nos dirige al encanto que representa el escribir: el no saber qué es lo que va a decir en los próximos cinco días, cuatro horas, diez minutos, tres segundos. A este acto ya Octavio Paz ha contestado : “La poesía es tiempo, y arde”.
Así, María (entre espacio de tiempo tanto como geométrico) guarda silencio y se repite: “Callar, callar, callar”. La fórmula perfecta para dejar que la Inspiración le caiga a uno en la punta de la pluma. Porque ese callar tiene sus motivos, y va a ser ese motivo el anzuelo que logre atrapar al Numen; dice Luz María: “Silencio entre espacios / porque tú no me has amado”. Ya un proverbio árabe sentencia: “No digas nada si lo que vas a decir no es más bello que el silencio”. Y ¿Qué hay más bello que el des-amor como acicate para dejarse ir sobre la página en blanco? Ya Benedetti decía que éste, el desamor, es la metáfora de la muerte; y para Novalis fue el amor perdido lo que lo llevó a escribir uno de los poemas más hermosos de la literatura: Himnos a la noche.

Finalmente, me congratulo de poder presentar a una poeta para quien el tiempo no tiene importancia. Alumna de una de las más grandes representantes de nuestro medio literario, la maestra Úrsula Ramos, María Luz muestra en este libro lo que es expulsar de su interior todo aquello que la acomete. Si bien hay silencio entre espacios, cuando ese espacio se descuida ella no deja que el “a veces” se le escape: “A veces te busco en la lluvia, en el viento, en todos los rostros extraños / y a veces quiero tocarte las manos, sentirte en silencio y decirte te amo”.
Esos a veces, ese amor que grita callando, son quienes se revelan con el espacio y ella, la poeta, habita y trasciende.

El último poema es como la contrapunta de todo el libro; en éste, de título EL QUIRÓFANO, hallamos también otro silencio: el de la oración, el rezo. Y hallamos palabras que salen desde lo más hondo de ella ante, seguramente, un trago amargo de su vida o el que cotidianamente vivió debido a su profesión de enfermera: “Todos hermanados/ y Dios como testigo, con bisturí y tijeras, aspirador y pinzas en las manos". El libro cierra con este encantador contraste del silencio roto por la súplica al amor en todas sus direcciones.

Me resta decirle a María Luz que el silencio y los espacios seguirán adelante, los volverá a enfrentar con cada día más calidad y visión en sus versos, y que, finalmente, ya sea que hable de amor, vacío, luces y timones, o la ráfaga de la anestesia y el metal del escalpelo, estoy de acuerdo contigo en que, como tú lo haces y dices esta noche: Las historias se cuentan / con las noches estrelladas.

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