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martes, julio 06, 2010

Alicia Dorantes: ¡Liberación!


¡Liberación!
Por Alicia Dorantes

El auténtico conservacionista es alguien que sabe
que el mundo mundo o es una herencia de sus padres,
sino un préstamo de sus hijos.
John James Audubon

Quitando el polvo de aquí y de allá, encontré una vieja carta escrita a mis nietos años atrás. La leí y releí y hoy quise traerla a ustedes… sabrán al final de sus líneas, por qué. En más o menos la carta decía: “Esperé un año y otro y otro más. Hablé con cuantas personas me dijeron podrían darme la información requerida: nada. Ni biólogos ni ecologistas me indicaron cuándo y en dónde liberarían a las tortuguitas en nuestras costas veracruzanas. Los nietos crecen con pasos agigantados y a mi me interesaba que viviéramos juntos el prodigio de esa liberación, que al parecer por estas playas permanece oculto, misterioso, ignoro el motivo. Finalmente, al conocer en últimas fechas la muerte de grandes tortugas centenarias aquí, muy cerca de nosotros, me sumergí en el apasionante mundo de la Internet para preguntarle ¿Por qué mueren esas respetables tortugas? ¿Quién es capaz de atentar contra su vida, sabiendo que cada día que pasa se extinguen más y más de la faz de la Tierra?
Y buscando aquí y allá, encontré que en Puerto Vallarta, Jalisco -en donde sería nuestro siguiente Congreso de Endocrinología y coincidiendo con las fechas de la reunión-, liberarían crías de las tortugas golfinas. Me comuniqué al correo electrónico señalado y ¡listo!: contratamos la excursión. En cuanto llegamos a Vallarta, iniciamos la excursión. Eran las cinco de la tarde en punto. Antes que nada nos mostraron orgullosos la reforestación que los lugareños hacen de sus humedales y manglares, sitios de exuberante belleza, repletos de vida vegetal y animal, que sobreviven a pesar de que grandes consorcios han atentado contra ellos. Los niños señalaban emocionados la gran variedad de animales que habitan entre los manglares, incluyendo aves: las garzas grises, las blancas, las de pico de espátula...
Nos dirigimos a un “santuario para cocodrilos”, en donde el Sr. Santos, dueño y custodio, atiende a cinco animales adultos: tres hembras y dos machos y a sus veintiséis crías, quienes a pesar de contar con sólo una semana de vida, ya manifestaban la agresividad que les acompañará durante la vida adulta. Los animales se venden a zoológicos en cuanto se sabe que pueden sobrevivir. En el rústico sitio, pudimos ver además, algunos ejemplares de la fauna local como coatís y armadillos, cuidados por dos escandalosas ocas que si bien son inofensivas, anuncian a grandes voces la cercanía de su mayor enemigo, el ser más depredador: el hombre.
La tarde se consumía velozmente. Nuestro tercer punto de visita fue a un hotel de en Puerto Vallarta ¿Por qué ahí? Porque en 1993 nació un programa para proteger a las tortugas de la especie golfina, las más frecuentes en la región y ahora en peligro de extinción. Al presente son siete los hoteles que se han sumado a tan agradable tarea y cuentan con un corral especial para protección de los huevos de tortuga. Así, de junio a octubre cada año, cuando las tortugas madres llega a las playas a depositar sus huevos, son detectadas y reportadas al personal autorizado, pertenecientes a una patrulla móvil quienes inmediatamente recogen los huevos del nido natural y los llevan al vivero más cercano.
Una vez que los huevos llegan al nido protegido, cavan un agujero similar al que hace la madre tortuga, cubriéndolos después con arena. Las tortuguitas nacen a los 45 o 50 días después. Ese mismo día, al atardecer, las diminutas tortugas son liberadas contando con la supervisión de los biólogos y demás personal especializado. Al finalizar esta puesta en libertad, los participantes, niños o adultos, reciben un certificado de adopción de las tortugas rescatadas en donde se señala el nombre de la tortuga en cuestión -escogido por el niño que la liberó- y la fecha de nacimiento del pequeño quelonio.
Las playas de Bahía de Banderas, son el hábitat natural de este tipo de tortugas En su estado natural, sólo un 10 a un 20% de huevos logran eclosionar; sin embargo, en las áreas protegidas este número se ha incrementado al 73%. También aumentó del dos por ciento que sobrevivían, a un 8% que ahora lo hacen. Estas tortugas invierten ocho años para llegar a la edad madura, entonces regresarán a las playas que las vieron nacer a depositar sus huevos: así se lo enseñaron sus madres, abuelas, bisabuelas, etc.; así lo han codificado en sus genes y así se los recuerda la Madre Natura al llegar cada verano. Los resultados anuales han ido in crescendo desde la creación del proyecto. Solamente en la playa que ahora visitábamos se han liberado más de 46 mil tortuguitas desde 1993 a la fecha. Estos centros vacacionales trabajan para mantener la belleza del sitio, su riqueza ecológica y la magia que los rodea y caracteriza.
¿Cuáles fueron los aspectos sobresalientes de la actividad? 1°. Obviamente la educación ambiental, que complementan los guías, biólogos todos ellos, con videos informativos sobre la vida de las tortugas marinas y los cocodrilos. 2°. Efectuar una visita a una zona protegida inmersa en los manglares para el cuidado de cocodrilos y otras especies de fauna local. 3°. La estancia en un campamento tortuguero pionero en la bahía, donde los jóvenes biólogos mexicanos trabajan en proteger una especie en peligro de extinción y 4°. La liberación de crías al mar; al final, reitero, otorgan un Certificado de Liberación de Tortugas que los hace pertenecientes al grupo de ecologistas mexicanos… así tengan tres o cuatro años de edad.
Esa dorada tarde de verano, el majestuoso Apolo se disponía a dormir; había trasnochado y a las ocho y media de la noche apenas se acercaba a la línea del horizonte, allá lejos donde el curvo perfil del mar termina justo donde se inicia el cielo. El descenso lo hizo lenta… lenta y suavemente sabedor de su belleza, y mientras se hundía en el horizonte, tiñó a la bóveda celeste, a las nubes y a las encrespadas olas del paradójicamente llamado Océano Pacífico, con el oro y la sangre crepuscular.
En la playa, tras la línea que nuestro guía trazó en la húmeda arena, los niños emocionados sostenían un último momento a las tortugas recién nacidas, luego a la voz del biólogo y con ternura indescriptible, las colocaron con ternura en la arena. Dotadas de un conocimiento ancestral, las diminutas crías caminaron hacia el mar infinito del cual vinieron y al cual volvían para completar el sempiterno y sorprendente ciclo de la vida.
Los niños aún en éxtasis vieron partir a sus “mascotas adoptadas”: ¡Ahí va Aurora y allá Jazmín!, dijeron dos chiquitinas ¡Ahí va Pepe! gritó un pequeño de escasos cuatro años; eran los nombres con los que poco antes, ellos, los niños, bautizaron a las crías. En un suspiro las tortugas alcanzaron las inquietas olas que aguardaban por ellas. Minutos después aún pudimos ver una que otra tortuguita galopando feliz en la espuma carmín de las olas… luego... nada. El sol había completado su descenso y sus rayos postreros nos regalaron el más bello de los atardeceres.
Al ver la inmensidad de este mar de agosto, no puede dejar de pensar en él, en José Ernesto Medellín Rojas, que allá en la prisión de Hunstville Texas, el mismo día y a la misma hora, atado con gruesas correas amarrillas a una camilla de ejecución, liberaba su espíritu tras quince años de zozobra y lucha. Su crimen fue horrendo, pero su ejecución pensada, calculada, malignamente planeada, lo fue más. En la arena escarlata de una playa solitaria, las tortugas fueron al encuentro de su independencia; en la celda de la muerte, el alma el reo, obtuvo la liberación.
Creo, no, mejor dicho, estoy segura de que esos niños no olvidarán lo vivido esa tarde y sé que si esa misma experiencia vivieran nuestros niños veracruzanos, todos, todos los que la disfrutaran, amarían con mayor intensidad al maravilloso planeta Tierra, al que tuvieron la suerte de arribar. Goethe, escritor alemán, dijo: “La libertad es como la vida: sólo la merece quien sabe conquistarla todos los días.” Eso fue lo que hicieron las tortuguitas golfinas y sus jóvenes protectores.
Alicia Dorantes
adorantesc@hotmail.com

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