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viernes, abril 09, 2010

Jaime G. Velázquez: Somos Palestinos


Somos palestinos
Jaime G. Velázquez

La foto de jóvenes palestinos aventando piedras a soldados israelíes, publicada en estos días, a raíz de un nuevo ataque de Israel a la franja de Gaza, recuerda a jóvenes mexicanos protestando contra los estadunidenses en la frontera. Somos parecidos físicamente porque los árabes estuvieron ocho siglos en la península ibérica. Y los israelíes están copiando las maneras de la gente de EU: necesitaban tierra y se quedaron con tierra que era mexicana, o que fue colonia española, tierra más bien disponible, poco habitada. Además redujeron a los indígenas que fueron encontrando, los combatieron, mataron y dejaron unos cuantos, limitados. La gente de EU venía de Europa, luego rechazaron a los europeos y más tarde dejaron entrar a los que llegaban porque los necesitaban para ocupar el vasto territorio que aún hoy sigue en gran parte despoblado, lo que no quiere decir sin dueños.
Pero hay algo que investigar a fondo: ¿Washington opinó algo sobre la Nueva España? ¿O algún otro de los fundadores de la nación que devendría imperio?
El considerado fundador del actual Israel, Theodor Herzl, sí dijo algo acerca de respetar a los vecinos árabes, cuando Gran Bretaña tenía título de imperio, el que antecedió al de EU.
En un libro de 1988, apenas traducido en España e impreso en México en mayo del año pasado, Philip Roth (n. en 1933) recuerda su vida en los años cuarenta e identifica a alemanes y japoneses como la amenaza exterior, y a los estadunidenses como la “mayor amenaza” que se oponía a los judíos. Narra entonces un ataque de esos autóctonos a un niño judío:
“los antisemitas lo habían puesto bocabajo en el suelo y le habían restregado la cara en ambos sentidos contra las astilladas planchas de la pasarela”,
y agrega que esto le hizo “percibir lo bárbaro de este odio irracional a unas familias que, como saltaba a la vista, lo único que buscaban en la playa Bradley era un refugio no demasiado caro contra el calor de la ciudad”.
El libro se titula Los hechos, autobiografía de un novelista.
Los judíos llegaron a EU huyendo de los ataques que recibían en Europa. Ahora, los judíos de EU ayudan a que los judíos de Israel destruyan poblaciones palestinas y maten a su gente, en un enfrentamiento que empezó a fines del siglo XIX y que fue sancionado como algo legal por el gobierno de Gran Bretaña en 1917, antes del fin de la primera guerra, cuando ya se estaban repartiendo tierras que no les pertenecían. Como ejército de ocupación, sus leyes, como la que se refiere a los judíos, pueden muy bien guardarse en algún museo.
EU ha invadido México y lo domina, así como a otras naciones. Hace negocios, vende películas, pero recomienda a su gente que no se mezcle con los mexicanos, entiendo que fuera del trato de patrones con sus empleados. Y lo peor de esto es que los “amigos” de EU creen que su amistad es correspondida y dejan abiertas las puertas de nuestras casas, nos dejan desprotegidos.
Los patrones de EU, cuenta Roth, “ponían todo de su parte para impedir que pasaran de unos pocos los judíos simbólicos que ocupaban cargos de alguna importancia” en empresas estadunidenses.
Sin embargo, sin los judíos no se entiende la prosperidad de EU ni sus políticas. Por ello vale la pena recordar a Herzl, porque los israelíes deberían estarlo recordando con mayor respeto, ya que lo nombraron padre de la patria.
Hay algo más en el libro de Roth, la afirmación de que Princeton no admitía judíos (pág. 58): “sabía por mi tío que, a pesar de la presencia de Einstein, a cuya casa fuimos en peregrinación, Princeton no ‘admitía judíos’”.
Lo cual me lleva a Edward W. Said, notable palestino de EU, que sí fue admitido en Princeton.
En un nuevo libro que acaba de llegar a Veracruz, como el de Roth, Nuevas crónicas palestinas (impreso en noviembre de 2009), que recoge artículos publicados entre 1995 y 2003, Edgard W. Said (n. en 1935) repite varias veces que la Declaración Balfour marca, en 1917, el inicio de la guerra en Palestina entre judíos y quienes ya estaban allí. Dada la desinformación que producen los periódicos, para los que la noticia es el presente y no les preocupa recordar antecedentes que da por hecho cada lector posee, no está por demás referirnos al origen del desastre que, visto así, lleva más de los cincuenta años que cuenta Said.
He vuelto a consultar el enorme libro de Paul Johnson, La historia de los judíos (1987; edic. en español, 2004), en busca del inicio, que está en Theodor Herzl (nacido en Budapest en 1860) y que fue continuado por Jaím Weizmann (1874).

Theodor Herzl

Entre las páginas recorridas encontré algo muy interesante. En la página 520, Johnson escribe que en 1920 hubo ataques árabes a los asentamientos judíos en Galilea seguidos de disturbios árabes en Jerusalén. “En la agitación que siguió a los disturbios, Lloyd George cometió un error fatal” Y en la página 522 asegura que “Samuel cometió un error fatal”. De manera que estos dos errores están en el inicio del desastre, sobre el que volveré.
En otra página, Johnson recupera una cita de Ajad Haam, que había visitado Palestina y que escribió un artículo, en 1891, “La verdad acerca de Palestina”, seis años antes de que Herzl lanzara su movimiento, en el que hizo una advertencia. “Afirmó que era un grave error que los sionistas desecharan a los árabes como salvajes estúpidos que no entendían lo que estaba sucediendo. En realidad, el árabe, como todos los semitas, posee una inteligencia aguda y mucha astucia (…) (los árabes) perciben el propósito de nuestra actividad en el país y su meta, pero guardan silencio, porque por el momento no temen que su futuro corra peligro. Pero cuando la vida de nuestro pueblo en Palestina se desarrolle hasta el extremo de que los habitantes indígenas se sientan amenazados, los árabes ya no cederán tan fácilmente. ¡Debemos mostrarnos muy cuidadosos en los tratos con un pueblo extranjero en cuyo seno deseamos instalarnos! ¡Es esencial demostrar bondad y aprecio frente a esa gente! (…). Si en cierto momento el árabe juzga que el propósito de sus rivales es oprimirlo o despojarlo de su derecho, por más que guarde silencio o espere su oportunidad, la cólera será intensa en su corazón” (S. Clement Leslie, 1971)
Ahora leamos algo de lo que opinaba Herzl.

Cuando ocupemos el territorio, debemos ofrecer beneficios inmediatos al estado que nos reciba. Debemos expropiar con cuidado la propiedad privada en el estado que se nos ha asignado. Intentaremos desplazar a la población pobre que está a lo largo de la frontera, procurando empleo para ella en los países de tránsito, al tiempo que le negamos el empleo en nuestro país. Los propietarios vendrán a nuestro lado. Tanto el proceso de expropiación como el de la eliminación de la pobreza deben ser llevados a cabo de forma discreta y con prudencia. Permitamos a los propietarios creer que nos están engañando, vendiéndonos las cosas más caras de lo que en realidad valen. Pero nosotros no les vamos a revender nada... Debemos vender solo a judíos, y todo intercambio de bienes raíces debe realizarse solo entre judíos. No es necesario decir que debemos tolerar respetuosamente a la gente de otras religiones y proteger su propiedad, su honor y su libertad con las más severas medidas de coerción. Ésta es otra área en la que debemos mostrar al mundo entero un magnífico ejemplo... Debe haber muchos propietarios inamovibles en áreas individuales (que no vayan a vendernos su propiedad), debemos simplemente dejarles allí y desarrollar nuestro comercio en dirección a otras áreas que nos pertenezcan a nosotros.

Theodor Herzl murió a los 44 años, en 1904.
“Gracias a la ayuda británica, el número de judíos en Tierra Santa había aumentado lentamente hasta sobrepasar las diez mil personas” en la década de 1840, dice Johnson.
En 1917, cuando se publicó la Declaración Balfour, vivían en Palestina de ochenta y cinco mil a cien mil judíos. En una población total de seiscientas mil almas, casi todo el resto estaba formado por árabes.

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