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viernes, agosto 14, 2009

Iván Medina Castro: Yo, el fidaiyin


Yo, el fidaiyin


No hay otro dios sino Dios
y Muhammad es su mensajero


La loa del medio día había concluido. Y yo, al estar en el vestidor para calzarme mis sandalias de hoja de palma e irme, el ulema, Abdullah, me mandó a llamar para felicitarme por el gran progreso obtenido en mis estudios de la shari’ah. Así pues, con clara alegría en el semblante, me invitó a pasar hacia un pequeño salón para comer arroz bismati mezclado con trozos de carne de cabra, un par de deliciosas zambusas y beber una copa rebosante con leche fresca de camella. Durante la comida estuvimos en completo silencio. Una vez concluido el platillo principal, me pasó un gran canasto de mimbre repleto de dulces dátiles, olivos y alfóncigos. Repentinamente, rompiendo la incómoda calma, habló con euforia: “Ijwan El Muslimin tiene grandes planes para ti como premio por tu esfuerzo y dedicación a Allah, el señor absoluto”. Se paró de su taburete y tomó sobre un atril su hadith. Parado, dando la espalda al occidente, hojeó algunas páginas amarillentas hasta detenerse en algún dicho. Recitó con armonía las palabras del profeta y después me pidió retirarme y cavilar durante la semana sobre lo escuchado.

Los días pasaron siéndome imposible descifrar el mensaje. Dentro de la excelsa mezquita de Azhar, luego del término de la alabanza, nuevamente fui requerido por el ulema, pero en esta ocasión no había comida, no había silencio y no estábamos solos. El mollah, sin presentarse, me informó las buenas nuevas. Yo era el candidato ideal para cumplir con la disposición de Allah, el ilimitado. Se escuchó su fuerte voz y observándome fijamente a los ojos manifestó: “Ahora vete y alégrate pues eres desde ahora un mahdi”.
Tras salir del lugar de oración, la gente se congregó a mí alrededor e iniciaron a vitorear una y otra vez ¡Alaho Akbar! ¡Alaho Akbar!, pues la multitud me consideró una nueva esperanza. Escapé como pude de allí y me dirigí a mi hogar. En el camino, no paraba de meditar sobre la perturbante noticia, y no por negarme a realizar el propósito de Allah, el inmenso. Mi preocupación se centraba en dejar desamparada a mi pobre madre. La muy desdichada había perdido ambas piernas al pisar una mina antipersonal, y mi padre hacía más de cinco años de haberse alistado como muyahidin, y desde entonces no sabíamos nada de él. Además, yo estaba muy enamorado de Sagal Yabril, ya hasta tenía lista la dote para pedirla en matrimonio: tres chivos, dos corderos, un camello y varias mantas de fina seda traídas desde Siria.

Al llegar a casa desconcertado, inmediatamente planteé la situación a mi adorada viejecita, y a ella, se le entristecieron sus aceitunados ojos pero no lloró. Sostuvo su noble Corán con ambas manos y con palabras inquebrantables exclamó: “¡Que así sea la voluntad de Allah, el altísimo!”
Salí corriendo de mi vivienda aún con la incertidumbre y protesté: ¡el precepto de Allah es amar a tu prójimo! Continué meditando a través de los maltrechos caminos rumbo al bazar para encontrarme con Sagal. La vi, la tomé con ternura de sus suaves y largas manos y comenté lo sucedido. Y a ella, se le nublaron sus amielados ojos pero no hubo llanto. Sacó de un burdo manto su noble Corán y con un lenguaje íntegro dijo: “¡Que así sea la voluntad de Allah, el encumbrado!” Me escabullí furioso entre la multitud, pues esperaba de ella su disuasión. Alcé mis brazos en plegaria y grité: ¡el mandato de Allah es ser misericordioso y sensitivo!

Regresé a la madrasa de Osman para cumplir con el Asr. Después de terminar, me acerqué con timidez al ulema, bajé sumiso mi mirada y manifesté mi desacuerdo balbuceando: sabio estudioso, éstos no son los medios como Allah quiere expandir su palabra. Y a él, se le afligieron sus almendrados ojos pero no derramó lágrimas. Abrió su noble Corán como en búsqueda de una aleya y con términos firmes expresó: “¡Que así sea la voluntad de Allah, el indulgente!” Me desvanecí del lugar de oración, me arrojé en el polvoriento suelo y prorrumpí: ¡La resolución de Allah es ser perdonador y compasivo!

A la mañana siguiente respondí al llamado del almuédano al convocar desde el alminar, me postré y recitando el noble Corán me convencí de llevar acabo según la voluntad de Allah, el infalible. Unos toquidos arrítmicos perturbaron mi rezo y tras abrir la puerta, allí estaba una docena de hermanos musulmanes fuertemente armados y encapuchados. Me llevaron a una retirada construcción en escombros que servía como cuartel y tan pronto entré, todas las personas presentes me felicitaron. Fui conducido a un amplio cuarto brillante con las paredes tapizadas de cuadros mal colgados de algunos ayatolas a quienes reconocí de inmediato. Se me invitó a sentarme sobre una afelpada alfombra iraní de frente a una vieja tele incapaz de recibir alguna señal alentadora del mundo exterior. Un tipo forcejeó por un rato con el televisor y al finalizar salió de la habitación. Me dejó viendo un video sobre el testimonio de otros compañeros militantes. Toda una inspiración para nuevas generaciones. Me quedé dormido del cansancio y del estrés. Al día siguiente, sin siquiera desayunar, se me daba un sin fin de indicaciones. En ese mismo momento mi cuerpo era forrado por potentes explosivos. Después de finalizar, se me condujo debajo de una bandera y me pidieron recitar la “Sura de la Prohibición”. De reojo veía a una temible persona con tupida y negra barba filmarme.

Luego de arribar a unas cuadras de mi objetivo, el conductor sin voltear habló: “Reza a tu señor y ofrécete en sacrificio. Recuerda, tu muerte no será en vano, Allah te premiará con el reino de las huríes.” Ulteriormente de comenzar a caminar, sustraje del bolso mí pequeño noble Corán, se desconsolaron mis oscuros ojos y lloré. Alcé mí vista al cielo hasta quedar cegado por el sol, me detuve por un momento y en silencio recordé mi primera lección en la madrasa: ¡la voluntad de Allah, es la gracia y la paz!


Glosario

Alaho Akbar: Dios es grande.
Aleya: versículo del Corán.
Asr: Oración de la tarde.
Ayatolá: líder religioso o político regional.
Fidaiyin: los que se inmolan por alguna causa.
Hadith: dichos atribuidos al profeta Muhammad.
Ijwan El Muslimin: la Hermandad Musulmana.
Madrasa: escuela religiosa.
Mahdi: elegido.
Mollah: líder religioso local.
Muyahidin: los que combaten en nombre de la Guerra Santa.
Ulema: estudiosos o personas entrenadas en las ciencias religiosas.
Shari’ah: parte legislativa de la religión tal como fue estipulada en el Corán y los hadices.

1 comentario:

cristina caballero dijo...

es inevitable que su cuento me guste mucho. Tiene todo: tradición, los sin razón del humano, la lógica frase (dios no quiere esto, no puede quererlo) que nos hace preguntar porqué el personaje sigue y sigue hasta el final del camino esperando que sean otros quiénes lo detengan... ¿Cómo escapar a los esquemas en donde hemos crecido? En fin, una buena tarde lluviosa para su cuento que se sale de eso morboso y lastimero de muchos que estos temas tratan. También me gusta que a pesar de todo no se nota que el autor haya sido traicionado por su ideología, es un observador omnisciente de verdad. Muy refrescante, felicidades por ello también.