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viernes, enero 02, 2009

John Brockman: La tercera cultura




La tercera cultura la forman científicos y otros pensadores empíricos que, a través de su trabajo y su expresión escrita, están tomando el lugar de los intelectuales tradicionales en la tarea de sacar a la luz los significados profundos de nuestras vidas, redefiniendo quiénes y qué somos.
Durante los últimos años, el terreno de juego de la vida intelectual Americana se ha desplazado, y el intelectual tradicional se ha visto relegado cada vez más al margen. Una educación de los años 50 basada en Freud, Marx y el modernismo no es una cualificación suficiente para un pensador de los 90. Sin duda, los intelectuales Americanos tradicionales son, en cierto sentido, cada vez más reaccionarios, y a menudo se sienten orgullosamente (y obstinadamente) ignorantes de muchos de los logros intelectuales auténticamente significativos de nuestro tiempo. Su cultura, que desestima la ciencia, es frecuentemente no empírica. Usa su propia jerga y lava la ropa sucia en casa. Se caracteriza principalmente por el comentario de comentarios, en una espiral inflada que alcanza finalmente un punto en el que el mundo real se pierde.
En 1959 C. P. Snow publicó un libro titulado Las Dos Culturas. De un lado estaban los intelectuales literarios; de otro, los científicos. Observó con incredulidad que durante la década de los 30, mientras nadie miraba, dieron en llamarse a sí mismos “los intelectuales”, como si no hubiera otros. Esta nueva definición como “hombre de letras” excluyó a científicos como el astrónomo Edwin Hubble, el matemático John von Neumann, el cibernético Norbert Wiener, y a los físicos Albert Einstein, Niels Bohr y Werner Heisenberg.
¿Cómo pudieron los intelectuales literarios llevar a cabo esto? En primer lugar, la gente de ciencias no planteó eficazmente las implicaciones de su trabajo. En segundo, mientras que algunos científicos eminentes, como Arthur Eddington y James Jeans, tembién escribieron libros dirigidos a una audiencia general, sus trabajos fueron ignorados por los auto-proclamados intelectuales, y el valor e importancia de las ideas mostradas en ellos permaneció invisible como actividad intelectual, porque la ciencia no era tema para la prensa y revistas imperantes.
En la Segunda edición de Las Dos Culturas, publicada en 1963, Snow añadió un nuevo ensayo, “Las Dos Culturas: Una Segunda Mirada”, en que de modo optimista sugería que emergería una nueva cultura, una “tercera cultura” que salvaría la brecha existente entre intelectuales literarios y científicos. En la tercera cultura de Snow, la relación entre intelectuales literarios y científicos sería comunicativa. Aunque tomo prestada la frase de Snow, ésta no describe la tercera cultura que predijo. Los intelectuales literarios no se comunican con los científicos. Los científicos se están comunicando directamente con el público en general. Los medios intelectuales tradicionales jugaban un papel vertical: los periodistas ascendían un peldaño y los profesores bajaban otro. Hoy, los pensadores de la tercera cultura tienden a evitar intermediarios y se esfuerzan en expresar sus pensamientos más profundos de un modo accesible a un público lector inteligente.
Los éxitos editoriales recientes de libros sobre ciencia serios sólo han sorprendido a intelectuales de la vieja escuela. Opinan que esos libros son casos aislados, que se compran pero no se leen. No estoy de acuerdo. El auge de la actividad de esta tercera cultura es prueba de que mucha gente siente avidez intelectual por nuevas e importantes ideas y desean hacer el esfuerzo de educarse a sí mismos.
El gran atractivo de los pensadores de la tercera cultura no se debe solamente a sus literarias; lo que tradicionalmente se ha llamado “ciencia” se ha convertido hoy “cultura pública”. Stewart Brand escribe que “la ciencia es la única noticia. Cuando uno hojea un periódico o revista, todos los asuntos de interés humano son el mismo él-dijo-ella-dijo, la política y la economía son el mismo drama cíclico, las modas una patética ilusión de novedad, e incluso la tecnología es previsible si conoce uno la ciencia. La naturaleza humana no cambia mucho; la ciencia sí, y el cambio se acumula, alterando el mundo de forma irreversible”. Sabemos que vivimos en un munto en que el mayor cambio es el ritmo de cambio. La ciencia se ha convertido, por lo tanto, en una gran historia.
Los temas científicos que han venido teniendo un papel prominente el periódicos y revistas durante los últimos años comprenden a la biología molecular, inteligencia artificial, vida artificial, teoría del caos, paralelismo masivo, redes neuronales, universo inflacionario, fractales, sistemas adaptativos complejos, supercuerdas, biodiversidad, nanotecnología, genoma humano, sistemas expertos, equilibrio puntuado, autómatas celulares, lógica difusa, biosferas espaciales, hipótesis Gaia, realidad virtual, ciberespacio y máquinas teraflop. Entre otros. No existe canon o lista acreditada de ideas aceptables. La fortaleza de la tercera cultura es precisamente que puede soportar desacuerdos sobre qué ideas se van a tomar en serio. A diferencia de anteriores actividades intelectuales, los logros de la tercera cultura no son las polémicas marginales de una élite intelectual en disputa: afectarán a todo el mundo en el planeta.
El papel de los intelectuales incluye la comunicación. No sólo son personas que saben cosas, sino que conforman los pensamientos de su generación. Un intelectual es un sintetizador, un publicista, un comunicador. En su libro Los Ultimos Intelectuales, publicado en 1987, el historiador cultural Russell Jacoby se lamentaba del fin de una generación de pensadores públicos y de su sustitución por fríos académicos. Tenía razón, pero no del todo. Los pensadores de la tercera cultura son los nuevos intelectuales públicos.
América es ahora el semillero intelectual de Europa y Asia. Esta tendencia empezó con la emigración antes de la guerra de Albert Einstein y otros científicos europeos, y fue acelerada por el boom post-Sputnik en la educación científica en nuestras universidades. La emergencia de la tercera cultura introduce nuevos modos de discurso intelectual y reafirma la preeminencia de América en la esfera de las ideas importantes. A lo largo de la Historia, la vida intelectual se ha caracterizado por el hecho de que sólo un pequeño número de personas han realizado el pensamiento serio por todos los demás. Lo que estamos observando ahora es el paso de la antorcha de un grupo de pensadores, los intelectuales literarios, a un nuevo grupo, los intelectuales de la emergente tercera

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