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lunes, noviembre 03, 2008

Stella Díaz Varín: POEMAS



A través de ese reflujo digital que existe en la Red, en donde textos van y vienen y se entrecruzan hasta perder su origen, es como, mediante Gaby Velázquez, nos llega este descubrimiento de la poetisa chilena Stella Díaz Varín. Hemos hallado un fragmento de su ficha literaria (la cual publicamos bajo permiso expreso) y presentamos algunos de sus poemas.

Roberto Blaga
co-Editor

STELLA DÍAZ VARIN

No. La poesía no es una ecuación biológica. La poesía, si tú la pudieras definir -porque es indefinible- es un arranque sentimental, es una memoria de otro arranque sentimental, nada más”. De personalidad polémica y rupturista, integrante de la Generación Literaria de 1950, Stella Díaz Varín se perfiló como una voz singular y trascendente en la historia de la literatura chilena. Su poesía fue una expresión original, que plasmó su fuerte personalidad creativa y bohemia, con una perspectiva femenina.
Nació el 11 de agosto de 1926, en La Serena. El 1 de mayo de 1947 llegó a Santiago para estudiar medicina, con el firme propósito de especializarse en psiquiatría, carrera que no concluyó. En cambio se integró activamente a la Alianza de Intelectuales de Chile -dirigida por Pablo Neruda- y a los círculos culturales de la época, sobretodo a la mítica bohemia de El Bosco, donde cultivó amistad con destacados creadores nacionales como Alejandro Jodorowsky, Enrique Lihn, Ricardo Latcham, Mariano Latorre, Luis Oyarzún, Jorge Teillier, José Donoso, entre muchos otros. En ese período comenzó a colaborar en algunos diarios nacionales como El Siglo, Extra, La Opinión y La Hora; al mismo tiempo que participó en las diversas actividades generadas por la Sociedad de Escritores de Chile. En 1949 publicó su primer libro, Razón de mi ser. Los poemas de este volumen reflejan la vitalidad y fuerza de la poetisa. A través de imágenes sugerentes y de un lenguaje subterráneo, temas como la muerte, la soledad y el reconocimiento a la condición femenina, evidencian en este poemario la relación inseparable entre la vida y la creación poética de la escritora. Su producción literaria continuó con Sinfonía del hombre fósil (1953), Tiempo, medida imaginaria (1959) y Los dones previsibles (1986). Este último libro recibió el Premio Pedro de Oña en 1986, y su publicación incluyó un prólogo de Enrique Lihn, en el que señaló: “Esta imagen del poeta, la afición a la magia del lenguaje asociada a la realidad como acto verbal imperativo y otras características, delatan aquí -con la desvergüenza al uso de mi generación- cuentas pendientes con el romanticismo, el decadentismo y el simbolismo”.




Aunque fue reconocida tardíamente por una pequeña parte de la crítica especializada, su poesía marcó nuevos rumbos en la creación poética nacional. Fue incluida en numerosas antologías, entre las que destacan Poesía Nueva de Chile (1953); La mujer en la poesía chilena (1963); y Atlas de la poesía chilena (1958). Con una dilatada trayectoria en las letras nacionales, Stella Díaz Varín reivindicó el oficio de poeta desmitificándolo, denunciando las carencias de esta labor: ”Yo creo que deberíamos preocuparnos un poco de que el poeta deje de ser una especie de ser mítico, alado y peregrino. El poeta es un ser humano con familia, con necesidades biológicas y necesidades de todo tipo, al que nadie le da boleto en este país (...) por lo menos me gustaría que el hombre creador tuviera una base y una mínima seguridad de vida para que pudiera seguir creando”. (Fuente: Memoria Chilena Copyright, todos los derechos reservados)



A pocos días de haberse hecho acreedora del Fondo del libro en su versión 2006, por el volumen "Stella extragaláctica", Stella Díaz, falleció. Sus funerales se realizaron el 15 de junio de 2006.



"Nunca he pensado qué es la poesía. Es algo absolutamente fuera de mí misma. En el mismo momento en que lo haga jamás volvería a escribir un poema. Existen instantes poéticos en los que tú existes, pero no se puede decir nada más, porque la poesía trasciende a todo. Tampoco sé lo que siento cuando escribo, porque me encuentro totalmente ida".



"...Es así
Que la vida es en su muerte
Una pura substancia
Un sereno ocurrir, naturalmente
Un ritual
De poderes ocultos en su origen
Un círculo elemental
Un curioso bullicio
Un germinar muriendo.
Es así Que estoy viva
Y en cada vida Se me va la muerte..."

"dejaban mi cabellera colgante desde el tronco de la puerta como trofeo
Sin precedencia en la historia de los indios manantiales
y una cuenca abierta para la mirada de los ojos indiscretos colocada a la acera del abismo
Y esta era mi morada"

VEN DE LA LUZ, HIJO

Que te ciegue la luz, hijo.
Ven de la luz;
Desde donde la pupila sueña
y vuelve atormentada,
como un escombro vivo,
como especie de flor,
como pájaro.
Carbón de víscera terrestre,
así como víscera de árbol.
Deja que se ensañe la luz, hijo,
Desciende como los antiguos ángeles,
como los malos discípulos,
ardiendo en su pasión, desheredados.
Así como las fieras, hijo.
Incomprendidas del río,
intocadas absolutas, tristes.
Ese será el día
-presentimiento que no quise,
tú sabes, los conoces-
que tomaré la forma deseada.
Ojo de estiércol, húmedo;
aprisionaré tu llama,
tu superficie extraceleste
tu mirada de centro obscuro,
tu trigal;
la tibia voluntad de tu piel me ayudará y seremos.
Nunca antes pudimos.
Yo era como esas pequeñas fuentes secas .
Desciende, hijo, de la luz;
avizora el espacio, avizora el horizonte.
La curva que deja el corazón de un muerto,
la mano que se esconde,
la mano que nadie quiso acariciar.
Seremos. Tú y yo venidos irremisiblemente;
unidos como dos tallos jóvenes aún;
Queriendo apenas lo que no se nos dio.
Amando lo que la luz aconseja:
el vértigo, la hondonada, el silencio,
el color de las piedras;
tantas cosas simples y distintas.
Llegaremos a amar la contextura de Dios tan difusa;
tan perfecta como tus pequeños ídolos.
La madera de Dios tan bella y roja como el corazón de los árboles.
Tan bella y roja como el corazón del veneno.
Que te ciegue la luz, hijo.
Que te atormente.
Ven de la luz, inúndate;
Ten la luz y desmiente la tiniebla.
Ven, hijo, arrodíllate.
Cree en los amaneceres.
En la luz son más bellos los ojos de Dios.

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