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martes, noviembre 04, 2008

Roberto Blaga: EDITORIAL



AGUSTIN LARA: UNA ESTATUA Y SU ESTATURA

Cuando en la década de los 60’s alumnos de la UNAM dinamitaron la estatua del ex -presidente Miguel Alemán en Ciudad Universitaria, los únicos en lamentarlo fueron algunos círculos políticos aún cercanos al ex –mandatario; por lo demás, nadie abrió boca pues siempre se consideró dicha estatua como un homenaje a la egolatría alemanista. Nunca más se hizo el propósito de volverla a erigir ni plan alguno que insistiera en colocar una nueva figura salida de manos de algún otro escultor. No se levantó jamás, como seguro no se hará con la de Saddam Hussein sino que, tal vez, otro ególatra, el imperialista fracasado George W. Bush, quiera levantar su monumento ahí donde estaba el de su archi-enemigo. Y por fin, la colocada, la derribada y luego vuelto a levantar de Vicente Fox en Boca del Rìo, quedará ahí como símbolo de la ignominia y para enseñar a nuestros hijos diciéndoles: “Hijo, jamás vayas a ser como ese señor” ¿Qué otra cosa se le podría enseñar a nuestros herederos? El mejor consejo que puede dársele al gobierno panista es que mutuo propio manden quitar ese desacierto para evitar la burla y escarnio que de esa figura hace el ciudadano.

No parece ser lo mismo con el cambio de la estatua del músico y poeta jarocho Agustín Lara. Un día no hace mucho y sin decir “agua va” (tal vez con las mejores intenciones) de pronto la figura del autor de “Veracruz” fue sustituida por otra, tal vez más grande y vistosa. No obstante, si no se está enterado, lo bien intencionado suele salirse del carril. Esto ha ocurrido exactamente con este cambio de la imagen que representaba a Lara.

Resulta ser que aquella primera estatua fue creada, a petición expresa del compositor, por el escultor mexicano de fama mundial Humberto Peraza y Ojeda. El “desbanque” del primer Agustín, para ser sustituido por otro ha causado (entendible) un gran malestar a la familia de Peraza y Ojeda. No es para menos, el reconocimiento mundial para este escultor no fue considerado a la hora de meterle martillo y cincel a su creación.

Humberto Peraza y Ojeda nace en Mérida, Yucatán. Se tituló como escultor profesional en la academia de San Carlos, de la UNAM en 1952. Maestro de Historia del Arte, Escultura y Perspectiva por 5 años en la Universidad Motolinía, 8 años en la Universidad Latinoamericana, 23 años como catedrático en la UNAM (más de 1300 alumnos), 6 veces ganador de concursos nacionales de escultura, 13 medallas de oro, 16 reconocimientos, 62 diplomas nacionales e internacionales, 52 monumentos de grandes dimensiones repartidos en toda la República Mexicana y el extranjero, más de 100 piedras talladas, 48 cuadros al óleo, 150 acuarelas, más de 5,000 esculturas fundidas en bronce, 16 libros en donde aparece parte de su obra, 2 documentales dirigidos para cine.
Autor de la escultura en bronce de 10 metros de alto del General Lázaro Cárdenas y la de Abraham Lincoln también de 10 metros de alto, en la frontera; además de otro monumento de Agustín Lara, pero éste situado en Madrid, España, obra que le permitió incursionar como el primer artista mexicano en colocar una obra en dicho país. El escultor yucateco incluye a través de sus años de escultor, infinidad de exposiciones tanto individuales como en el extranjero.

Como se puede ver, lo que se derribó, o se quiere unas “sus puras pistolas” cambiar de lugar (la calle José martí que desemboca en el bulevar), no es un simple modelo bronceado de Agustín Lara, sino todo el sello distintivo que le otorgaba la calidad de quien la creó, y el sitio donde el músico quería estuviera su imagen: siempre viendo al “rinconcito donde hacen su nido/ las olas del mar”.


Se ha sustituido no solamente una estatua más grande por otra de aparente menor calidad, sino que se ha borrado de la historia veracruzana la obra de un artista tan importante como Peraza y Ojeda. Se comprende entonces el enojo de la familia al ver violentada la propia voluntad del músico poeta de elegir a este escultor para inmortalizarlo…Sólo para que en un dos por tres, a alguien se le ocurriera que tal voluntad no valía la pena.


Vaya paradoja: querer homenajear a Agustín Lara en contra de sus más profundos deseos.

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