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martes, abril 22, 2008

Juan Joaquín Pérez-Tejada: Mi vida con la obra de Paz







La primera vez que supe de Octavio Paz fue por medio de la televisión. Ni siquiera en la prepa, ya no digo en la secundaria, supe algo de él. A mí no me encargaron leer El laberinto de la soledad, que es el libro que generalmente se lee. Ahora comprendo que pudo haber sido por su estatus de poeta y no de cuentista, narrador. La Antología del cuento hispanoamericano de Seymor Menton no lo incluye. Fue quizá en Poesía en Movimiento donde leí su ensayo que sirve de prólogo al libro y sus poemas que allí se incluyen. Y recuerdo y eso fue como en 1988-89 la lectura que se hizo de Piedra de sol en alguna de las reuniones o talleres de la Casa Salvador Díaz Mirón. Luego, he de haber comprado Libertad bajo palabara. Paco Píldora me regaló la Poesía completa que no incluía aún el libro Árbol adentro. De este libro tengo la primera impresión hecha en México firmada por él. Un día vine a la ciudad de México a ver a María. Me quedé en casa de Ali que vivía a la vuelta de donde vivía Paz, Río Guadalquivir casi enfrente del Cine Elektra y hoy Lumiére Reforma. En un momento dado salí con mis tres libros que representaban mis lecturas de su obra: La llama doble, Árbol adentro y su Poesía completa. No pude verlo, el conserje me pidió que dejara los libros porque en cualquier momento bajaba y se los podía dar a firmar. Su mujer no dejaba que cualquiera pasara a verlo, según me dijo el conserje. Resignado me ví con María. Después regresé. El conserje me entregó mis libros firmados por el ya entonces Premio Nobel.
--Bajó sobre el mediodía, dijo poéticamente el conserje.
--¿Estos libros son para mí? Dijo que le había preguntado. Y que por qué no le habían avisado.
--Los firmó, me dijo el conserje, miré. Efectivamente los tres libros venían firmados por él.
Estaba muy contento aunque no lo hubiese visto. Yo le había dejado mi primer libro Los refranes del jaranero, también con una dedicatoria. Cuando le conté esto a Jaime Velásquez, me bromeó, ¿cómo sabía yo que las firmas era auténticas?
En los talleres en los que trabajo la formación de lectores y escritores, con maestros y gente interesada en la promoción de la lectura y la escritura, he leído algunos poemas de Paz como Óyeme como quien oye llover (Árbol adentro), algunos fragmentos de Piedra de Sol (en una ocasión leí completo el poema, daba un taller en Veracruz y él acaba de morir). Y con el cuento poema Mi vida con la ola (¿Águila o sol?) hacía un ejercicio donde se distinguía entre otros aspectos el estilo. Recuerdo que un maestro, en alguna ocasión señaló una frase: Sentí un dolor en el pecho, como el golpe de la ola de la sorpresa cuando la sorpresa nos golpea en pleno pecho. El fraseo, dijo, imita, semeja, el movimiento de la ola. Sentí un asombro por el comentario y por lo que este describía. También al momento de tocar el tema de la poesía cito a Paz en una entrevista publicada en la revista Vuelta donde entre otras cosas apunta que la poesía es juego y que hay que aprender a reírse con el poema. Dice que, quien nos sabe reírse con el poema no sabe lo que es un poema. Les leo Movimiento (Salamandra):

Si tú eres la yegua de ámbar
yo soy el camino de sangre
Si tú eres la primera nevada
yo soy el que enciende el bracero del alba
Si tú eres la torre de la noche
yo soy el clavo ardiendo en tu frente
Si tú eres la marea matutina
Yo soy el grito del primer pájaro…


Y les pido que escriban diez mentiras de lo que son comenzando con Yo soy

Yo soy la playa plena de sol y luz
Yo soy la escritura que vence al azar
Yo soy la noche que llega con la luna llena
Yo soy las palabras del trópico

Las leen y generalmente quedan sorprendidos ante los resultados. Algunos comentan que no parecen mentiras. Luego le pido que los lean sin el yo soy y en versos pareados:

La playa plena de sol y luz:
la escritura que vence al azar.

La noche que llega con la luna llena:
las palabras del trópico.

Muestro estos pequeños ejercicios porque creo que lo mejor que le puede suceder a un poeta es que su poesía esté viva, que salga de los libros, que se comparta con los demás, que se lea en voz alta, que se reescriba. El poeta veracruzano Francisco Hernández hace poco, el año pasado, publicó su libro Mi vida con la perra, haciendo una reescritura de el cuento antes mencionado y hablando de la depresión.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Vivo en Venezuela. Quisiera estar de nuevo en el DF y nuevamente visitar la Casa del Lago para ser envuelta por eso mágico ofrecido en la invitación que llega by Facebook...
Iría abrigada y adoraría caminar de vuelta por las calles oscuras.
un beso.
reynaxiomara@gmail.com