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lunes, abril 14, 2008

Juan Carlos Gómez: El pathos de una idea

De izquierda a derecha: Rajmund Kalicki, escritor polaco, y Juan Carlos Gómez en el Centro Cultural Borges durante la inauguración de las jornadas del año del centenario.


Los personajes en la escena no actúan para imitar caracteres, sino que reciben los caracteres como un accesorio, a causa de las acciones. Las acciones y la fábula son el fin de la tragedia... Sin acción no puede haber tragedia, pero puede haberla sin caracteres, más o menos así pensaban los griegos.
Sartre está de acuerdo con esta manera de ver las cosas, Gombrowicz sólo en parte, y sólo en parte porque para él también el relato, es decir, la fábula es un elemento accesorio.
La narración en Gombrowicz tiene un aspecto diferente, no tiene caracteres y la historia es accesoria, mientras que en la de Sartre la historia representa su ideología.
Sartre se ocupa especialmente de destruir el carácter, para él no existe el carácter, sólo para otra persona aparecemos como un carácter, como una sustancia psíquica. Pero Sartre rechaza las sustancia en cualquiera de sus formas: el carácter, el temperamento o la naturaleza humana. La herencia, la educación, el ambiente y la constitución fisiológica no son más que los grandes ídolos explicativos de nuestra época porque corresponden a una interpretación sustancialista del hombre. Gombrowicz tampoco le tiene un gran apego a las sustancias.
Sin embargo, ninguno de los dos quiere desmenuzar al individuo hasta convertirlo en una especie de polvo psíquico, Para uno el individuo vendría a ser algo así como una unidad de responsabilidad, para el otro una unidad de inmadurez y de forma.
El carácter es para ambos sólo una sustancia que se nos aparece como una caricatura, en cambio, la unidad personal, tanto en Gombrowicz como en Sartre, es unificadora, y esta unificación es anterior a la diversidad que unifica.
La formación inicial de la obra en la cabeza de Gombrowicz es idéntica a la formación de la realidad en la mismísima obra, aunque no siempre tiene conciencia de los elementos que participan en ella. La correspondencia de esta formación en su conciencia y en la realidad de la obra le aseguran a esta unificación una antelación.
La literatura dramática de Shakespeare, de Goethe, de Racine se funda sobre caracteres de estructuras definidas, que determinan las acciones en circunstancia dadas. Pero Gombrowicz y Sartre se convirtieron en autores dramáticos sin utilizar caracteres.
Gombrowicz liquida la sustancia de los caracteres con la forma y con las palabras. Y Sartre liquida la sustancia de los caracteres echando mano a uno de los rasgos más característicos del existencialismo: su total indiferencia y aun desprecio por la ciencia empírica. En el existencialismo la ciencia ha sido devorada por la filosofía moral.
La trama no tiene mucha importancia en la obra de Gombrowicz, la utiliza sólo como pretexto. Tampoco la tienen los caracteres, lo importante para él es la acción, por eso toda su creación, también las novelas y los cuentos, tiene esa marcada característica teatral.
En un pasaje de los diarios Gombrowicz ilustra de una manera ejemplar cómo el baile se pone en el lugar de la acción en un relato donde los caracteres y la trama apenas asoman la cabeza.
Había llegado a una reunión a las dos de la mañana, era la noche de fin de año. Inesperadamente, la gente se dividió en parejas y empezó a bailar. Desde el lugar donde estaba Gombrowicz casi no se oía la música, el ritmo de la danza era más real que la melodía, parecía que el origen del baile no era la música, sino que el origen de la música era el baile.
Era un baile de barrigas, de calvas y de los rostros marchitos de gente mayor. Se trataba de la humanidad más corriente con su inevitable miseria que se pavoneaba de sí misma desvergonzadamente entre brincos sin música, como dispuesta a poseer por la fuerza a la belleza, la elegancia y la alegría, poniendo en el baile todos sus defectos y su vulgaridad.

"Pero ese frenético anhelo de encanto, al llegar a su paroxismo, de repente arrebataba un signo de vida a la melodía, a aquellas pocas notas felices que al unirse con el baile lo santificaban por un instante, tras lo cual se reanudaba la colaboración salvaje, oscura, sorda y sin Dios de unos cuerpos agitados y arrastrados por su propio ímpetu"
El baile, a pesar de su imperfección, creaba la música, y es aquí donde Gombrowicz hace una pirueta profunda, a pesar de tener conciencia de que esa idea se le había ocurrido sin elaboración. La idea de que el baile creaba a la música era lo que había en el fondo de los libros, de las luchas y del valor de los escritores. Hacia ese idea se precipitaba toda la humanidad, esa idea se había convertido en la inspiración y en la meta de nuestro tiempo.
"También yo me dirigía hacia esa idea siguiendo una espiral que estrechaba cada vez más sus círculos. Pero en este momento me quedé anonadado. ¡Porque me di cuenta de que había pensado esta idea sólo por su pathos!"

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