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miércoles, diciembre 26, 2007

John Lichfield: Exhibición erótica en París




Exhiben en París un acervo erótico censurado durante siglos
Una muestra así habría sido impensable hace 20 años, acepta una de los curadores
Se anuncia en una estación del Metro en desuso
La mayor parte de las obras fueron publicadas en secreto, y luego confiscadas o donadas
Es una de las colecciones sobre sexo más grandes del mundo
John Lichfield (The Independent)


El acervo oficial de erotismo y pornografía de Francia, reunido amorosamente por la Biblioteca Nacional a lo largo de 170 años, ha sido abierto a los asombrados ojos del público por vez primera.
Más de 350 libros e impresos de la sección prohibida de la biblioteca estatal –conocida oficialmente como L’Enfer (El Infierno)– se presentarán durante tres meses en una exhibición meticulosa desde el punto de vista académico, pero con frecuencia francamente descarnada.
A menudo el material es de bella ejecución, a veces surrealista, a veces muy gracioso, y en ocasiones brutal. Está imbricado en la historia francesa (y británica). Mucho de él no es apto para los muy jóvenes o los débiles de espíritu.
Tanta confianza tienen las autoridades francesas en que la exhibición no ofenderá al público de su país, que han tomado una estación del Metro en desuso para anunciar la muestra. Del 17 de diciembre al 15 de enero, pasajeros de la línea 10, entre Sévres-Babylon y Mabillon, encontrarán la abandonada estación Croix Rouge convertida en un tren fantasma erótico. A través de cortinas corredizas se podrá echar un vistazo a grandes reproducciones de viejos impresos pornográficos.
Se cree que la sección L’Enfer de la Biblioteca Nacional –grabados y fotografías comprados, confiscados o donados durante casi dos siglos– es una de las más grandes y ricas de materiales eróticos y pornográficos del mundo. Se dice que el acervo del Vaticano es aún mayor, pero es de suponerse que jamás se abrirá al público.
Discreción e inteligencia
¿Qué tan fuerte es el material? Dado lo que aparece a diario en Internet, en la televisión por cable y en los puestos de periódicos, ¿será posible espantarse por la exquisita pero explícita pornografía del siglo XVII?
La respuesta es sí. Es una exhibición para abrir grandes los ojos: un cuerno de la abundancia de sadismo, masoquismo, bestialismo, escatología, nalgas, senos y genitales desplegados con discreción e inteligencia, pero también con crudeza. Es también una expedición fascinante y por momentos hermosa a través de los oscuros e intrincados corredores de la sique humana.
Uno se da cuenta aquí de que la erotificación, o pornificación, de la Internet era inevitable. Cada avance tecnológico o literario habido hasta la fecha en la comunicación humana –de la imprenta a la novela, a la litografía, la fotografía y el cine– ha sido tomado por asalto por la compulsión humana (¿o será sobre todo masculina?) de meditar, o babear, sobre nuestra sexualidad.
Incluso escritores o artistas establecidos escribían relatos pornográficos o hacían dibujos sucios con el arte de hacer el amor. En la muestra se exhiben ejemplos del poeta Charles Baudelaire y el pintor surrealista Man Ray.
En la era del dvd y la Internet, la obscenidad y la pornografía están a disposición de todos. La mayor parte del material en exhibición en la Biblioteca François Mitterrand, en la margen izquierda del Sena, se produjo originalmente en secreto, sobre todo para una clientela instruida y adinerada que fingía ante el mundo tener impecables principios.
Imágenes de diverso origen
Hay en la muestra una serie de grabados explícitos, pero graciosos, inocentes bocetos de recibidores o corredores cuyas puertas abren hacia escenas de entusiasta carnalidad.
Pertenecieron alguna vez a Leon Gambetta, muy respetado primer ministro francés del siglo XIX. ¿Típica hipocresía francesa? Pensemos de nuevo: algunos de los grabados de ejecución más bella y estilizada, pero brutalmente explícitos, provienen del Japón del siglo XIX.
La exhibición contiene también una serie de bellas escenas pastorales de principios de ese siglo, con dehesas, campos de maíz y botes de remos. Si se sostienen bajo la luz directa, se ven ansiosas parejas entre el heno y en los demás sitios, en lo que los curadores de la exhibición llaman tímidamente “posiciones ventajosas”. A esta serie la llaman la “colección inglesa”: los grabados fueron creados en la Inglaterra de Jane Austen.
Existe también todo un gabinete dedicado a las “novelas de flagelación”, descritas en el catálogo como una “especialidad inglesa” importada a Francia a finales del siglo XIX.
La mayor parte del material es de origen francés. El Marqués de Sade tiene tres exhibidores para él solo, en uno de los cuales se muestra el manuscrito de Los infortunios de la virtud, realizada cuando estuvo preso en La Bastilla, en 1787.
Hasta ahora, sólo a investigadores académicos de buena fe se les había permitido el acceso a la colección de L’Enfer. La omnipresencia de imágenes eróticas o pornográficas en el mundo moderno ha persuadido a la Biblioteca Nacional de que finalmente es permisible abrir las puertas del infierno.
Mitos y fantasías
“Hace 20 años, una exhibición así habría sido impensable, sobre todo patrocinada por un órgano estatal como la Biblioteca Nacional”, reconoció Marie-Françoise Quignard, una de los dos curadores de la muestra.
“El contenido de L’Enfer ha sido objeto de mitos y fantasías durante años. Muchas personas, por ejemplo periodistas, nos importunaban todo el tiempo para que las dejáramos echar una ojeada. Las actitudes hacia la sexualidad y el erotismo han cambiado. Hay gran interés por las conexiones entre la literatura, el arte y la pornografía. La biblioteca decidió que una exhibición sería aceptable y tendría éxito comercial.”
La muestra explora también la historia de la colección L’Enfer. ¿Por qué una biblioteca estatal reunió tal acervo y luego lo escondió? Ocurre lo mismo en la Biblioteca Británica de San Pancracio, que jamás ha abierto su colección –el Gabinete Privado– al público general.
La Biblioteca Nacional de Francia tiene por mandato recabar todo libro publicado en el país. Sin embargo, el torrente de textos eróticos y pornográficos no se integra a la colección que hoy se exhibe, sino a los estantes abiertos de la biblioteca.
La colección L’Enfer consta en su mayor parte de obras publicadas en secreto de mediados del siglo XVII al siglo XIX. También contiene algunas raras ediciones príncipes de otras obras eróticas, como el clásico sadomasoquista La historia de O, de Pauline Réage, publicado en 1954.
“La colección fue iniciada a mediados del siglo XVIII por los bibliotecarios reales”, explica Raymond-Josué Seckel, el otro curador principal de la exposición. “Creían que una biblioteca nacional tiene el deber de coleccionar todo lo que pueda ser de interés cultural o histórico para los especialistas del futuro”.
La biblioteca real se convirtió en nacional después de la Revolución. En 1830 creó una categoría aparte y restringida para los materiales de sexo explícito; parece que el nombre L’Enfer fue acuñado en algún momento de la década de 1840. Desde el principio, sólo se permitió el acceso a académicos de buena fe que pudiesen demostrar a satisfacción de los administradores que necesitaban ver un grabado o libro en particular. Jamás se permitió buscar entre el acervo.
A salvo de la hoguera
La colección, que consta de mil 700 libros y una cifra mucho mayor de impresos y folletos, fue obtenida en parte mediante incursiones y decomisos. Un lote procede de la biblioteca privada de un opositor al emperador Napoleón III, el cual fue decomisado por la policía, que buscaba material político, en 1866. Lo que encontró fueron cientos de obras antiguas que fueron juzgadas “contrarias a la moral”. Un tribunal ordenó quemarlas, pero el entonces director de la Biblioteca Nacional insistió en que debían salvarse para la posteridad.
La exhibición revela algunas diferencias históricas interesantes en los gustos eróticos. El material más antiguo, de los siglos XVII y XVIII, se refiere a los placeres de la carne como tales. La celebración de los placeres del dolor –impuesto o aceptado voluntariamente– comienza con el Marqués de Sade, a finales del siglo XVIII. La pornografía del periodo revolucionario es en su mayor parte política, en especial acusaciones obscenas sobre el apetito y la imaginación de María Antonieta en cuestiones eróticas.
El siglo XIX se concentra en la incendiaria sexualidad que yacía debajo de una vida doméstica estrictamente conservadora. “No impusimos ninguna censura; por fortuna, en la colección hay poco material que sea, por ejemplo, pedofílico”, indica Marie-Françoise Quignard. “Lo que uno descubre al recorrerla es lo repetitivos que son nuestra imaginación y nuestros intereses sexuales. Se encuentran los mismos temas e imágenes, la misma fijación con los genitales masculinos y femeninos, el mismo interés por formas poco comunes de realizar actos sexuales. Al final, uno se queda abotagado o simplemente ríe.
“Por otro lado, ésta es una biblioteca y, a final de cuentas, una exhibición literaria. Es fascinante ver cuántos escritores, entre ellos algunos muy conocidos de obras convencionales, como Georges Bataille, Guillaume Apollinaire, Pierre Louys, adoptaron distintas formas de abordar la escritura erótica, algunos con desesperada seriedad, otros de manera muy humorística.”
La exhibición L’Enfer de la Bibliotheque, Eros aus secret está abierta en la Biblioteca Nacional François Mitterrand, en el distrito 13, de 10 a 19 horas de martes a domingos, y de 13 a 19 horas los domingos, hasta el 2 de marzo. Costo, siete euros. Prohibida la entrada a menores de 16 años. (Sin embargo, por el precio de un boleto del Metro, cualquiera, incluidos menores, puede echar una ojeada al Infierno desde la línea 10.)
© The Independent
Traducción: Jorge Anaya

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