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domingo, diciembre 16, 2007

Carolina Cruz: Sobre "Algo me dice tu Silencio"



Texto de presentación a Algo de me dice tu silencio de Lucía DeBlock
Juves 6 de Diciembre de 2007 - CEVART Veracruz

Encontré el consuelo que además de mí,
existía otra persona incapaz de salir libremente de su mundo.


La narrativa de Lucia de Block se distingue entre otras particularidades, que ya mencionaré más adelante, en no ser de fácil acceso para el lector. Heráclito tenía razón al decir que "la naturaleza ama el ocultarse", y el hombre es quién debe desenterrar y descubrirlo todo, dotado, únicamente de su habilidad de pensar.
Desde el primer cuento, la escritora revela la oscuridad que permeará a lo largo del conjunto de la obra. La detalla, la descubre, la describe, el lector la presiente, la vive, la percibe de inmediato como mal augurio para el personaje, como en el caso de “Anoche”, en el que la protagonista se encuentra sumergida en una penumbra angustiosa, situación que mantiene al espectador enganchado y en suspenso, baste citar dos líneas como ejemplo:

“Trato de recordar como llegué a este sitio oscuro. Me quedo quieta, paralizada de miedo; no parpadeo, apenas respiro, no sé dónde estoy ni como llegue aquí”.

En este cuento, que abre el libro “Algo me dice tu silencio”, texto ganador del premio "Sergio Galindo para la publicación de Obras", edición 2006 que conjuntamente patrocinaron el CONACULTA y el IVEC, el personaje se va guiando en la oscuridad a través del tacto: tocando paredes, objetos, buscando una salida o un indicio que la oriente en ese vacío que se adivina a media luz.
No solo es la oscuridad del ambiente, hay otra: el malestar interior no la deja ver con claridad y esta falta de visión, o de razón, no se encuentra solo en la obscuridad que invade la habitación, sino también en las tinieblas en las que su mente y recuerdos se hallan atrapados.
Desde este primer relato, Lucía va estableciendo algunas constantes que se revelarán a lo largo de su narrativa, una oscuridad silenciosa y semántica y una atmósfera lúgubre en personajes espesos, solitarios, abandonados, que recuerdan a los construidos por Roberto Arlt.
En los cuentos de “Algo me dice tu silencio”, los personajes se distinguen por ser seres que siempre tratan de huir de alguna trágica situación interna, por eso escogí como epígrafe una de frase que alguno de ellos pronuncia: Encontré el consuelo que además de mí, existía otra persona incapaz de salir libremente de su mundo. Lucía no pierde el tiempo en historias felices con final de ensueño, ni en personajes comunes ni corrientes; ella busca la complejidad del ser humano, rasga profundamente en el interior del protagonista para sacarle todo, para que lo revele, para que se vacíe, en un ambiente que de desolado, estalla.
Bajo una oscuridad que la escritora a veces pinta frágil pero espesa, otras estática pero paradójicamente con movimiento, en ocasiones difusa y circunscrita a la vez, o tenue y densa, pero siempre presente y acompañada del silencio, la narradora va delineando en cada una de sus historias a esos seres que siempre han perdido algo o siempre están buscando o esperando algo o a alguien Son personajes necesitados, resignados, abandonados, un tanto grises, que habitan su propia oscuridad.
Declobk no sólo urde una compleja red entre lo personajes, un recurso que será otra de su característica, sino que además juega con el lector, exigiéndole volverse cómplice de la historia, de adentrarse en ella, de resolver la encrucijada de una salida que siempre deja abierta, para que el espectador una vez terminada la lectura del cuento, sea quien da el cierre a la historia.
El espacio donde se mueve la narrativa de los protagonistas que dibuja Deblock es el entre tanto, entre tanto sucede algo esperado, entre tanto se recupera algo perdido, entre tanto se olvida, entre tanto se muere, entre tanto se encuentra. Aquí podríamos decir con Sabines en los Amorosos “no esperan nada, pero esperan”. Así entre la nada existencial, entre la nostalgia y la frustración, lo imposible en ellos no es la concreción misma de lo soñado sino la incapacidad de los personajes por moverse, salir de esa oscuridad y romper el silencio. Simplemente van viviendo sus vidas con una resignada actitud. Como si hubieran aceptado ese destino.
En algunas historias se siente por un lado la destreza narrativa y en otras un trabajo literario finamente urdido, lo que resalta todavía más la primera virtud. Son textos a quemarropa, directos y cercanos, y tras leer el conjunto uno no puede evitar pensar que son muy desolados. Pero no es nada personal, aquí no estamos en una análisis psicológico del escritor, pero sí es importante evidenciar cómo Lucía buscó su propia voz para contar historias de la vida, así de sencillo, de esa vida actual y moderna que nos vuelve cada vez más solos e individuales, más abandonados y viviendo nuestra propia oscuridad.
En el caso de Sabina y Emiliano, lo añorado es una dorada solvencia económica, pero también un doble amor perdido, el de su esposo y el de quien seguramente sí la amaba de verdad: taquito.
La aparición del nombre Taquito sorprende, pero Lucía no tiene prisa en aclarar. Aunque Taquito sólo es mencionado dos veces en el cuento, de la manera en que es introducido en la trama revela un enorme significado: un fenómeno psicológico y social arraigado a los orígenes de la vida: el de la relación del hombre con los animales, que puede tener, en ocasiones, lazos mucho más fuertes de los que se tienden entre humanos.
Este apelativo nos llevará a señalar otra categoría argumental en la obra: la soledad del ser humano que de diferentes maneras cubre a casi todos sus personajes y que como en el caso de Sabina, la lleva a la necesidad de sustituir un amor por otro objeto de amor, en este caso el más común: las mascotas.
Explica Lucía que siempre le llamó la atención esa relación cómplice y leal que el hombre cimienta con los animales. Habría que preguntarle qué tanta importancia le da, porque la lleva al extremo de que en una de sus historias “Recompensa”, el protagonista mata al animal para provocar la vulnerabilidad de la dueña a fin de poseerla.
Para muchas personas tener un perro no es un simple entretenimiento. En nueve de cada diez hogares es considerado como un miembro más de la familia. Los americanos gastan mil millones de dólares en regalos para sus mascotas. El 63% de los propietarios de perros les hacen regalos en Navidad y el 36% el día de su aniversario. En el 20% de los hogares con animales, cuando salen sus propietarios dejan la TV o la radio encendidas para que no se sientan solos. En un tercio de los hogares se llevan el perro cuando se marchan de vacaciones. En una encuesta hecha por asociación de hospitales americanos de animales, a la pregunta “¿Quién siente usted que le escucha mejor?, el 45% prefirió responder que su animal de compañía frente al 30% que respondió su cónyuge o pareja. El 94% de los entrevistados creen que su mascota tiene rasgos de personalidad cuasi humanos.

Es como si los personajes se encontraran en ese camino inexistente que va del paraíso perdido a la tierra prometida, a la que por supuesto, nunca llegarán. En el cuento Mare Liberum es en donde personalmente se me hace más atinada la anterior aseveración. Me sorprendió la astucia narrativa con la que Lucía va uniendo dos historias, dos personajes, que no se conocen, pero entrelazados de tal manera que de la existencia de uno que ni siquiera está enterado, depende la existencia de otro. Tan alejados y desconectados, que uno se pregunta hasta donde llega la soledad del hombre al hacer de un perfecto extraño, la razón de su vida.
Otra constante, como su nombre lo indica, es el silencio, cualquiera diría que el silencio va acompañado de oscuridad, pero en la narrativa de Lucía el silencio encuentra su propia independencia. La noche y el día es el tiempo de los lamentos, la significación figurada y simbólica de la oscuridad y el silencio se halla en la misma relación de nostalgia y desencuentros.
La obra revela también las fijaciones y obsesiones de los que somos presa, los protagonistas están atrapados en pensamientos que los atormentan, que los persiguen o se tornan el motivo único de su existir. Como la señora que desde su ventana esperaba el cotidiano pasar de Paulino. O como Natalia en el cuento “No podemos seguir así”, donde esta regresa una y otra vez al pueblo de su amante, el supuesto hombre que la abandonó (en realidad murió pero Natalia no lo sabía), y recorre las calles y vuelve una y otra vez, hasta que su obsesión la lleva a conocer a la otra mujer, a la verdadera, a la esposa, en un encuentro se da entre silencios tan finos que apenas son rotos por el sonido de una tetera o el tenue rasgar de los pliegues de una camisa. El mismo Cayetano “era un pueblo sin sonidos”, dice Lucía. Aquí, nuevamente ambos personajes femeninos son grises, resignados, abandonados a la vida. (*)
La vida misma y su antitesis se halla en las palabras no dichas, en esa luz y tiniebla que alumbra el pensamiento de los personajes pero también los arrincona a una realidad que aceptan resignadamente, reconociendo sus limitaciones. Los personajes de Lucia son nacidos de la sombras, viviendo situaciones tensas, oscuros, marginales, derrotados, obsesivos, buscando ideales imposibles, o enfermizos como en el cuento “La reconstrucción del amor” (¿Por qué el titulo?) O en el caso de Matilda, en “Amarillo estelar”, cuento profundamente conmovedor donde el terrible dolor del personaje parece asumir una identidad propia y brincarnos a la cara. Nos sacude, para mí la obra tal vez más interesante del conjunto, porque independientemente de la historia, se descubren vetas de guión y poesía.
A mi parecer, para ser la primera obra de Lucía, es una obra sólida, bien hecha, cuidadosamente hecha, agregaría. En donde más allá de la composición literaria, al ensalzar la oscuridad y el silencio y narrar a través de ellos, la autora retoma los inacabables temas del ser humano: el desencuentro, la soledad, la esperanza callada, el terrible dolor interno que se carga en silencio, la incomunicación, que lleva al acto desesperado de creer que algo me dice tu silencio.

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