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miércoles, octubre 03, 2007

Gabriel Fuster: Martín Corona Alarcón, Luna sin sangre



La luna rodeada por el día muerto, alta y vislumbrada tras las nubes grises. Astrónomos, viajeros e insomnes suicidas mantienen un paso cerrado para quedar junto a su inmovilidad tan antigua que sale de la boca de sapos inmaculados. A través del mito, no es imposible que exista una cara que engorda como el forastero deliberado del erotismo, del misterio, de los disfraces, debajo de la luna pálida, pero solo un poeta, un profeta y Martín Corona Alarcón puede apuntar su dedo hacia ella y llamarla anémica. Luna sin sangre, sin calor, porque su sangre asaeteada viaja silenciosamente hacia adentro, como la osamenta del conejo que la habita. El lenguaje apocalíptico se intensifica. Un ángel precipita su caída. En 1582, el Papa Gregorio XIII decretó que el mundo civilizado no observaría más el calendario juliano. Octubre 4 de 1582 fue seguido por Octubre 15, al siguiente día. Once días desaparecieron del mundo. ¿Por qué motivo pasó su mano sobre la marca de gis interrogante y lo borró? ¿Para sincronizar los solsticios y los equinoccios con el año trópico? Eso dicen los libros de historia, porque la fragilidad del calendario juliano consiste en acumular un día cada 128 años y el error hizo que el equinoccio vernal ocurriera en Marzo 11. Pero, ¿Qué tal si el propósito era corregir el vacío del tiempo en la mente de los hombres? ¿Que el tiempo pernicioso en 1582 era once días y una hora, pero en el ajuste la hora escapó libre, autorizada para quedar rebotando a lo largo de la eternidad? Una hora especial, una hora que nunca debe sonar, porque de cumplirse sucedería la eterna noche. El sol se tornaría negro como el carbón, la luna se llenaría de sangre. Viéndolo de otra forma no perdimos una hora, sino que la recuperamos. Conveniencia cronológica, como el programa de ahorro de energía. Ahora, la hora que se dilata queda bajo la custodia de Martín Corona Alarcón, quien debe cuidar el reloj como otra regeneración del Doctor Who. Y puesto que no se siente particularmente un devoto de la serie, supone que su oportunidad de implicado recae en un lugar inmediato de la repisa de libros. Por mi parte, oí su cuerda, leí sus cuentos. El primer minuto, me resulta evidente que siente afinidad con creadores desmesurados al estilo de Rabelais, de Joyce, de Cortázar con Rayuela. Martín escribe en cuatro registros, como así denomina sus cuatro episodios, que la imaginación es una vasta tautología y que decir dos y dos no es otra cosa que una manera de decir veintidós. Hace muchos años, leyendo a Kurt Vonnegut y teniendo una copia del libro titulado Hocus Pocus vi un indicio de estos diálogos secretos. La novela no sigue un discurso lineal, da la impresión que el autor se pasaba la vida recogiendo cuanto papel suelto hallaba y anotando pormenores de la lasitud del día hasta que los bolsillos estaban llenos, entonces los vaciaba y hacía un libro. La moderna práctica del blog, o bitácora cibernética, confirma el tono público y profético de Vonnegut.



Luna sin sangre, el libro, narra con extrañas variaciones la misma biografía. Nos revela códigos inesperados. Por ejemplo, las siglas GR, antes de empezar los relatos numerados. Algún lector le atribuye el significado de los grandes rápidos. Otro, supone que es el tamaño de la porción, según la tabla nutricional del cuento. Cero grasas y sales. O simplemente se pretende impresionar. Yo debería saberlo. El momento que hablo frente a un público, con frecuencia digo algo que sale de la multiplicidad y adquiere una identidad radical y hasta contradictoria, del modo que percibo mi felicidad doméstica. Sin embargo, invariablemente, un avezado entre la concurrencia quiere hacerse notar y acusa, poniéndose de pie: Usted nos dice eso nomás para impresionar a uno. Mi respuesta siempre es la misma. Por supuesto que te lo digo para impresionar, pendejo. Yo no sé cómo percibes mi misión como escritor, pero existe una responsabilidad para mí de suprimir tu desconfianza profunda frente a los felices. Me río, por ejemplo, de la Coca-Cola Company de la última etapa, con su brevedad abstracta, con su pretensión de ser el Talmud de la nueva generación. Mi tarea es traer el despertar violento del sol, la tarea de Martín Corona Alarcón es encerrarte en el cuarto menguante de la luna. La luna es más vieja que el sol. Para empezar, la dejan salir de noche. Martín, en sus relatos, nos muestra deliberadamente cosas normales que se imponen a la imaginación y no se explican. El protagonista de Cuestión de suerte es el padre perdido en un bosque de espectaculares, donde luce el rostro de su hija como modelo. En Luna sin sangre, resulta un mito espléndido en la licantropía, acaso exhumado por Baudelaire, acaso forjado por Carlos Castaneda. Con Zafiedades se comprende que el mejor instrumento que se le ha dado a los hombres para renovar o innovar es la tradición, no servilmente remedada, como se castiga el delito de Safiya, sino ramificada y enriquecida. Ciertamente la obra de los escritores no tiene que parecerse a lo que sabemos es su destino, tal es el caso de Cuaderno de notas, donde el autor sufre de determinismo, se convierte en vecino de Mario Benedetti, pero si escogemos un Martín Corona Alarcón en desmedro del otro, nos quedamos con una visión incompleta de su cuaderno de notas y, en consecuencia, de su libro. Hay que seguirlo, por el contrario, en todo su viaje, en sus hábitos, en sus huidas, en sus extraordinarios y diferentes momentos de la creación: lo dramático, lo circunstancial, lo pragmatista, lo humorístico. En Fantasma, se oye primero lo que dice el personaje, con una voz algo distinta, lo que secretamente estaba pensando antes de estar desvalido en ninguna parte. Su relato capital, Maruata, escrito en un lapso de dos años, quiere ser la primera gramática del lenguaje del arrebato que linda con el éxtasis. No el éxtasis gradual de los santos, sino la pastilla. La prosa retorna a su origen mágico. Mientras dicto esta frase, Martín Corona Alarcón, rodeado del amor de los suyos y casi libre de la celda del recelo, me mienta mi madre. No lo culpo. A propósito, la colega Verónica Gutierrez, que también gusta de las tenebrosas bandadas de ideas, me comenta: “Yo de pequeña me preocupaba por las cosas importantes. Si los dibujos animados los hacía Walt Disney moviendo rápidamente los folios dibujados. Si el actor dentro de ET no tenía piernas. Si el rascacielos en forma de aguja de la Chrysler era la sede de Ciudad Gótica. Si me crecería los pechos o crecería rica, guapa y operada... hasta que llegó la mañana que me ha golpeado una tortuga en la cabeza, aparentemente soltada por la misma águila de Esquilo desde el cielo. La verdad es que ha estado curioso, porque justo iba pensando que no me gustaba nada la ropa que llevaba y todo el asunto me pudo ahorrar el paseo para cambiarme. El resto vino ya muy deprisa. Tan deprisa, que a veces no distingo las cosas importantes de las que no lo son. Mejor lo anoto todo en mi libreta”. Enseguida, mi amiga poeta abunda en frases de predicador al defender el largo relato que podemos creer al principio que se trata de una mera crónica y la descripción de las playas de Maruata, exploradas por el escritor en diversas etapas. Ahora Martín está obligado a comprar y leer su libro Comeidante. Por otra parte, el texto Generación puede resumirse como la ampliación a los monólogos de la vagina, pero ese resumen es menos importante que la condena que la dicha es imposible. Las mujeres del cuento se mueven entre cosas triviales: marcas de cigarrillo, whiskey, condones, jeans, los vaivenes de la moda, las fuerzas ocultas de fiestas y pasillos de la escuela. Se resignan a los análisis clínicos y la belleza robada. Desaparecen. Finalmente, Lugar común, es un destino intemporal y tal vez eterno. Aquí, el sentido alegórico de una pareja de casuales amores y casuales discordias importa menos que la gravitación de los símbolos de flujo en determinados pasajes. Las flechas obligan a avanzar, regresar, rodear un fragmento, retomarlo. El relato, redactado en un estilo límpido que permite el juego, remite al centro del espíritu con las hazañas verbales de Johannes R. Becher, de Yeats y de Ezra Pound.



Según el testimonio de San Benito de Nursia, el griego oral de Juan Casiano era muy torpe. La Liturgia de las horas, que es la aportación que importa, elude la hora fatal mediante la consagración del día a la oración. En un acto pagano y sucediendo la agenda del excelentísimo Camarlengo de la Casa Pontificia, quién a su vez sucedió a los monjes de la Orden de los Cartujos en su misión, Martín Corona Alarcón debió obtener el reloj del custodio de la profecía, durante una subasta en eBay. Nuevamente, para mi incomodidad, el tipo avezado que quiere hacerse notar, se levantará del público y preguntará: Sí, ¿Qué marca? Mi respuesta, generalmente, será la misma: ¡Pues la hora, pendejo! ¿Qué otra cosa tenía que marcar? En esta ocasión, una hora de lectura inspirada, una hora que abarca vidas y que es imaginativa y orgánica.

Luna sin Sangre
Martín Corona Alarcón
Cuadernos del Baluarte.
Primera Edición, 2006. 100 pgs.
ISBN 970 687 048 2

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