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lunes, abril 30, 2007

Raúl Gómez Argüello: El amor


Al principio sólo existía la noche, un pájaro de alas negras, y el viento.

La noche copula con el viento y de esta unión se forma un huevo de plata, del que nace Eros con alas de oro.

Al salir Eros "reveló" y trajo a la luz todo lo que permanecía escondido en el huevo de plata -es decir-"el mundo entero.

La nada, la oscuridad había dado paso al todo, a la luz primera responsable de toda creación.

Es así que en Eros -el amor-se encuentra el origen y nacimiento de todas las cosas las cuales están en un movimiento constante.

Pero en este movimiento siempre hay al mismo tiempo una lucha de" contrarios".

El amor es al mismo tiempo el desequilibrio y el equilibrio en un solo fluir.

El amor es ahora arrebatamiento, ahora sabiduría, ahora explosión que arrasa, ahora apaciguamiento, ahora despojamiento y humor cambiante.

El amor se esconde en muchas fases, por lo que el amor puede originar entonces destrucción.

El amor tiene alas de oro.

O mejor dicho el amor tiene alas de fuego.

Nos remitiremos ahora a otro reino, a uno muy pequeño, más individual, nuestro reino interior, en el que nosotros somos los únicos monarcas.

En este reino existen leyes no escritas -la razón-es el reino del amor con el que hemos sido creados y con el que actuamos cada momento, nuestro impulso nuestro único motivo, nuestro único fin, es nuestro pequeño huevo de plata en donde tenemos alas de oro.

Y así es como somos en esencia parte integral de Eros, inseparable.

Es en este punto en nuestra naturaleza del ser donde corremos a los brazos de un amor pasajero. Es ahí donde muere-la razón- en la llama de Eros.

El amor encarna todo de lo que hemos sido dotados para percibir el tiempo y el espacio.

El mundo en su único y verdadero reino "el interior" cerramos los ojos y tenemos la noche, esa enorme ave de alas negras, y en nuestra respiración -el viento-.

Más que ser ciego, el amor enceguece, como destrucción y creación como muerte y nacimiento de todo lo que ha sido y será, para que al final nos demos cuenta que siempre estamos en el mismo punto de partida, que no hay principio ni término, sólo vida.

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