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lunes, febrero 19, 2007

Jaime G. Velázquez: La gente tiene miedo


La gente tiene miedo de la noche y por eso se duerme. Y aun dormido tiene miedo y deja prendidas las luces afuera de sus casas, aunque otra gente ya prendió los focos que alumbran las calles vacías. Cuando tienen que ir de un lugar a otro de noche, en sus vehículos encienden focos para alumbrar las calles que están alumbradas.


Nadie se asoma a las ventanas de noche. Cierran los ojos y se molestan si oyen ruidos desacostumbrados. Los perros que deberían vigilar se duermen cansados de esperar que les abran la puerta de la casa. Duermen con la luz del patio prendida y adentro de las casas la gente escondida se duerme en la oscuridad, donde creen que no serán vistos, ni molestados.


El faro da vueltas para que los barcos no se acerquen a la ciudad dormida. Y su luz de paso también vigila que todos duerman en sus casas, encerrados, que no salgan de la oscuridad que domina sus noches.


Uno que otro insomne al apagar la tele ve espectros que chocan contra los vidrios de las ventanas. Pero en la mañana van a contar que se metió el norte a la ciudad. Los espectros son vueltos aire que silba por las hendiduras porque no conviene que el día se llene de conversaciones sobre espectros que nadie vio porque estaban obedientes durmiendo, encerrados, temblorosos, soñando con ángeles y otras zarandajas que de niños creyeron ver volar sobre las azoteas.


Las palomas desaparecen, los moscos atacan por pánico, enviados por Nosferatu o alguien parecido. ¿Dónde duermen las palomas, ratas cobardes?


Sirvientes de espectros son los motociclistas. El vecino de enfrente duerme con la ventana abierta y todos los días aparece con la mirada perdida, el rostro sin color, sin sangre. Vive pesadillas de guerra religiosa y allí no he visto espectros. El es uno de ellos. Veo que arranca su moto y deja su cuarto vacío, con la ventana abierta, trampa para palomas borrachas que tardan en regresar a su escondite.


La gente lo dijo al atardecer, está anunciado norte. Una plaga de buitres golpeando las ventanas, las puertas, metiéndose a las casas oscuras. En esas noches nadie ama a su pareja. Todos se hacen mensos o se rascan suavemente en la entrepierna.


La venta nocturna y el cine terminan a medianoche, para que la gente corra a sus casas. Y los turistas son los únicos desaparecidos. Y en fin de semana los espectros descansan en las camas de quienes andan de fiesta en las calles, como si fuera carnaval.

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