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martes, enero 09, 2007

Kaisy Baker Fields: Hierogamia


HIEROGAMIA
Keisy Baker Fields


Maestro se casó con Tramontana, Fialto con Alba, Biarreo con Sirocco. Anteo con Rosa y los hermanos con Alizé y Bora. A Greco no lo quiso Mistral y, en buena medida, la enemistad que por un tiempo les separó del resto del cuadro, estuvo motivada por los matrimonios del desván.
El capitán Anteo besó a Rosa, que era la muñeca que más le gustaba, tras salir ileso del paso de la alimaña, cuyo rastro era más lejano en las sombras. La rata no regresa. Las espaldas del capitán se enderezaban y el traje cobraba sobre el cuerpo esquilmado, la holgura de la vestimenta de los espantapájaros. Era el traje de gala y a pesar de su caída harapienta, conservaba la finura del apresto originario, lo que llenaba de orgullo al sastre de Lumajo que lo había confeccionado. Rosa se hinca desnuda, con una manta a los hombros, ante la estufa de aserrín. Las lágrimas resbalan por su cara con la misma suavidad que se deslizaba la lluvia en los tejados. Llamadas voces bajan las escaleras del poniente.


Los matrimonios empezaron a fraguarse el tiempo de la infancia de los niños castigados, cuando Tramontana propuso que las infancias duraban poco, aunque el momento feliz tardaba más de la cuenta en el deshojar de las margaritas al cumplir la adolescencia. Desde entonces, instigó a los alfiles negros iniciar el combate circular. Alizé y Bora, quienes ya estaban aburridas que los niños no encontraran el aliciente de ningún juego, chocaron los cuerpos, encontrando un placer eléctrico como producen los guijarros.
Las muñecas permanecían en el ala derecha del desván y los soldados, devorados por la intemperie y la guerra, en los paredones del ala izquierda, dispersos como consecuencia de un estornudo y haciendo de cuando en cuando alguna arriesgada incursión en campo enemigo, bajo los muebles y cacharros que sepultan las telas de araña y el polvo.

Los mensajes de papel dulcemente doblado los traía y los llevaba Coriolis, el hermano pequeño de Maestro, que participaba en el juego exclusivamente por el placer mercenario, cobrando por viaje tres bolas de anís. Tramontana contaba la historia de los cinco sentidos. El silencio hacía que el abrazo de los fantasmas traviesos se estrechara en trance peripatético, mientras los dedos se clavaban en sus espaldas hasta hacerse daño. Se decía que Nosto era un paseante inocuo, de los que van y vienen en la vida sin cometido, casi igual que los papeles legales de una gran desgracia. Su canto favorito se acomodaba tan bien al escondite como el uso por primera vez de la quadratura.

Escribí un largo poema
por amor a las palabras
Robé el sueño a las hilanderas
para trincar hábil una trama

Lo leí completo de vuelta
por desperezar la garganta
pero nunca le di a mi amada
una cama o un arete de perla

Nosto tardó otros tres meses en derrotar a los tuberculosos, después de haberse recitado la última estrofa, cuando las muñecas habían dejado de serlo para hacerse novias, y Coriolis cobraba una bola de anís extra por guardar el secreto. Maestro escogió a Tramontana, Fialto a Alba, Biarreo a Sirocco. Anteo a Rosa y los hermanos resolvieron bailar su propia danza con Alizé y Bora. Poco a poco se fueron casando y el invierno del desván, cuya escarcha crea un nuevo misterio en las ventanas heladas, agrupaba el calor amoroso de las parejas, acostadas bajo el remanso de las horas que pide gemas, quiere prole, mientras permanecían inmóviles con las manos cogidas.
Fue Zaza, extrañada de aquel prolongado silencio, la que subió una tarde al desván y expulsó a escobazos a los matrimonios.

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